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2 de febrero de 2012

LA CASA DE PIEDRA



La ranchera accedió al pueblo por el viejo puente de piedra. Llovía y el día estaba demasiado gris. El hecho de no encontrar un alma en sus calles, hizo que Andrés pensara en un pueblo fantasma.

–¡Dios mío, no había otro sitio!
–¿Es que te arrepientes? –dijo Ana–. Si todavía no la has visto.
–¡Ya!, será que este tiempo hace que todo lo vea más gris.
–Anda, gracioso, entra en esa tienda y pregunta. Supongo que habrá alguien.

Andrés paró el coche delante del establecimiento y echándose la capucha aceleró el paso. Pasaron unos segundos hasta que apareció un hombre bastante mayor.

–¡Buenos días! ¿Me puede indicar dónde está “la casa grande de las afueras”? –pues así le dijeron en la inmobiliaria que la llamaban los lugareños.
–¿Por qué le interesa? –le interpeló el anciano un poco sorprendido.
–Porque venimos a vivir en ella –dijo señalando hacia el coche–, aunque mi idea es reformarla para convertirla en casa rural.
–Si quiere un consejo, dé la vuelta y váyase por donde ha venido.
–¡Vaya, acabo de llegar y ya me está echando! ¡Pero qué hospitalario!
–No lo digo por usted joven, sino por la casa.
–¿Es que tiene algún problema? ¿Está en ruinas?
–Peor, está maldita –dijo mirando de soslayo y bajando la voz.

Andrés volvió al coche sin hacer caso al viejo.

–¡Esto es increíble! –comentó.
–¿Qué ocurre? –dijo Ana–. ¿Te ha dicho por dónde se va?
–No, y no sé si tendría intención de decirlo, o es que no le he dado tiempo, pero como todos los vecinos sean como él; lo llevamos claro.

Siguieron el camino empedrado hasta acabar el pueblo, y al final la vieron. Bajaron del coche y no pudieron por más que pararse atónitos ante su fachada. En la agencia se habían quedado cortos con la descripción, y las fotos no reflejaban la fascinante realidad. Daba la sensación de estar ante un castillo. La construcción era cuadrada y los muros tenían por lo menos un metro de grosor. La enorme puerta de entrada, un poco retranqueada, estaba escoltada por dos torreones. Al abrirla, apareció ante sus ojos un inmenso patio, con dos torres más; unidas las cuatro por soportales de piedra, con robustas columnas separadas entre sí unos cinco metros.

–¡Es asombroso! –exclamó Ana.
–Ya lo creo –añadió Andrés–. Habrá que ver como está el resto, pero hasta ahora es todo impresionante.

Enormes puertas encajadas en arcos de medio punto, daban acceso a salas iluminadas por ventanas “festejadoras”.

Cada torre tenía tres plantas, comunicadas entre sí por una escalera lateral.

–Podemos hacer independiente cada nivel poniendo una puerta de separación –comentó Ana.
–Más que una casa rural, podemos montar un hotel –dijo Andrés entusiasmado.

Ya anochecía cuando terminaron de sacar el equipaje. Cenaron en la vieja cocina que estaba situada al lado del primer torreón. Una gran chimenea de piedra labrada protagonizaba este aposento. Andrés se acercó para echar unos troncos al fuego.

–¡Qué raro! Aquí hay un mechón de pelo.
–¿De pelo? –añadió Ana sorprendida.
–Sí, pero el caso..., es que más bien parece pelusa. Tiene una textura muy rara.
–No le des mas vueltas. Seguro que se ha colado algún “animalejo”. Quémalo y vamos a la cama que estoy cansada.

A eso de la media noche, un largo y lejano aullido despertó a Andrés. Volvió a dormirse pensando que sería algún perro, o quizá un lobo, ya que éste último era autóctono de la zona.

A la mañana siguiente, cuando Ana bajó a la cocina, encontró una taza sucia en el fregadero.

–¿Qué raro, si Andrés no toma café tan temprano? –dijo para sí.

Lavó la taza y no le dio mayor importancia, creyendo que su novio habría hecho una excepción. Se marchó a recorrer nuevamente el recinto.

Andrés estaba de compras en el pueblo. El hombre de la tienda con cierta curiosidad, procedió a sondearle mientras introducía los alimentos en una bolsa.

–¿Qué, todo bien?
–Pues sí. ¿Por qué iba a ir mal?
–Por lo que le dije. ¿No ha notado nada insólito?
–No... bueno el caso es…, nada, una nimiedad.
–En esa casa no hay nada que sea ni tontería, ni azar.
–¿Me puede contar la historia de “la supuesta maldición”? –dijo Andrés con un poco de retintín.
–De supuesta nada, que ya ha habido un par de familias que se han ido asustadas porque han visto ciertos acontecimientos no muy claros –comentó un poco mosqueado por la incredulidad de su contertulio.
–Como por ejemplo, ¿encontrar pelos? –preguntó Andrés, entre irónico y expectante.
–¿Han aparecido ya? Mal asunto. Si es así, puede que pronto dé la cara –dijo intentando atemorizarle ante la socarronería que demostraba.
–¿Dar la cara? ¿Quién?
–¿Quién?.., o qué –añadió el anciano–. Cuentan, que en el siglo pasado la casa estaba invadida por hombres lobo muy sanguinarios, que mataron a la mitad de la población en las noches de luna llena. Sería una leyenda como otra cualquiera, si no fuera porque hace unos años ocupó la casa una pareja de hermanos. Eran muy enigmáticos. A ella nunca la vieron y él era bastante velloso. Al poco tiempo de llegar, aparecieron varias ovejas destrozadas. La gente empezó a asustarse y un día varios ganaderos les instigaron a que se fueran; pero creemos que antes de hacerlo maldijeron el lugar, pues además de los hechos extraños que contaron las personas que habitaron posteriormente la casa, todavía hoy se siguen escuchando ruidos aterradores.
–No me creo nada.
–¿Y el detalle que me ha contado? ¿No es curioso?
–¿El de los pelos? Tendrá una explicación lógica.
–Lo que usted diga, joven. Yo solo le aviso.

Andrés estaba un poco receloso cuando abrió el gran portón. Decidido a resolver el misterio, registró de arriba a bajo las cuatro torres y demás habitáculos. No hubo ni un hueco que no comprobase. Pasadas dos horas, se sentó desalentado en la cocina. Con un café en la mano, no paraba de darle vueltas al asunto. No podía permitir que esa absurda historia siguiera alimentando las lucubraciones de los aldeanos, pues su futura ocupación podría finalizar antes de empezar.

Se acercó a la chimenea y de repente lo vio; otra madeja en un saliente de la repisa. La revisó palmo a palmo hasta encontrar un círculo que llamó su atención. Su diámetro no excedía los diez milímetros y el color difería del resto de la ornamentación. Se disponía a oprimirlo, cuando llegó Ana.

–¿Qué haces? –dijo acercándose por detrás.
–¡Qué susto! –exclamó Andrés–. Espera un momento que voy a averiguar una cosa.

Apretó el redondel y acto seguido se abrió el panel trasero de la chimenea. Desconcertado, le contó rápidamente la conversación que tuvo con el viejo.

Sonó como una orden la frase que le dirigió a Ana: “Espera aquí”. Pero ella haciendo caso omiso, le siguió por el pasadizo. Apenas unos metros mas allá encontraron una puerta, y al girar el pestillo, ésta se abrió sigilosamente, como si el uso fuese diario. Había un pequeño apartamento, muy austero, pero limpio. Oyeron un gemido y mirando hacia donde provenía, vieron a una joven sentada y encogida sobre la cama. Se acercaron con precaución y se quedaron atónitos viendo su cara y sus manos cubiertas de pelo.

–No tengas miedo –dijo Andrés.
–Me llamo Ana. ¿Y tú?
–Amalia.
–¿Vives aquí? –preguntó nuevamente Ana, procurando no asustarla más de lo que ya estaba.
–Sí, con mi hermano. Pero por favor no se lo digan a ellos –dijo aterrada–, que nos echarán otra vez.
–Tranquila –añadió Andrés–, no diremos nada. ¿Y tu hermano?
–En el bosque. Sale de vez en cuando de caza, ya que es la única manera que tenemos de conseguir comida; pero nunca hemos cogido, ni matado ovejas.
–¿Habéis estado todo este tiempo aquí escondidos? –dijo Ana, incrédula y pesarosa.
–No teníamos donde ir. Siempre hemos vivido aislados en una granja, sin embargo cuando se incendió tuvimos que buscar otro sitio. Encontramos éste, aunque yo tenía que seguir ocultándome de la gente. Luego cuando nos expulsaron, nos quedamos encerrados en esta habitación unos días hasta que comenzamos a salir por el recinto. Cuando vinieron los primeros inquilinos, volvimos a escondernos y tan solo asomábamos de noche, pero era inevitable hacer ruido, con lo que salieron despavoridos. Por eso cuando lo alquilaron nuevamente, provocábamos los incidentes para asustarles.
–Con nosotros no tenéis por qué inquietaros. Vamos a aclarar las cosas y si estáis de acuerdo, además de quedaros, podéis trabajar con nosotros.

No hizo falta que Andrés y Ana hablaran del tema; siempre estaban de acuerdo.

–Parece mentira –comentó Ana– el daño que puede hacer una creencia popular y absurda.
–Eso y la ignorancia –añadió Andrés.

¿Era cierta la historia de Amalia? Ana y Andrés abrieron su casa rural, y quizá gracias a la leyenda, el negocio les fue estupendamente. Los lugareños siguen creyendo en hombres lobo. Sobre todo en las noches que oyen aullidos lejanos.

15 comentarios:

  1. Tus narraciones me parecen de una calidad asombrosa. Estás consiguiendo engancharme a tus textos, pues ya los leo de principio a fin con excesiva curiosidad por ver en que acaba, igual que una película de suspense.

    Besos

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  2. Dicen que todas las leyendas tienen algo de realidad. Acaso esta también lo tenga.

    Besos

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  3. Nunca fuí muy adicta a los relatos, tengo varios de mi autoría, pero me impulsa mucho más la poesía en verso libre, pero leyendote a tí, me ha vuelto a interesar este tipo de escritura, escribes realmente muy bien Teresa, diagramas de maravilla los relatos, haciendo que el lector quede atrapado desde la primer línea hasta su final. Te felicito, son muy intensos y atrapantes todos y todos ellos, tienen una cuota de misterio, algo místico, que los hace mas interesantes aún, como en este caso.

    Demás está decir que me ha encantado, eres una escritora con mayúsculas.

    Gracias mi amiga por tu arte.

    Un abrazo, cariños!

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  4. Me enganchan tus leyendas...¡¡¡
    Las de Gustavo Adolfo Becquer me encantaban,
    las he leído muchas veces.
    Las tuyas le han quitado el puesto a aquellas.
    Enhorabuena Teresa.
    Besos y abrazos.

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  5. Hola Teresa, tus relatos son siempre atrapantes no solo por el argumento sino como lo escribes
    Con este se podria desechar la leyenda del hombre lobo
    Un abrazo

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  6. después de la primera palabra, logras que quien lea quede pegado a la historia. Admiro la capacidad que tienes de narración, sutílmente describes todo en pocas palabras dibujando el ambiente.
    Me encanta leerte Teresa. Te felicíto.
    Un beso grande.

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  7. Que maravilloso relato, reflejo inequivoco de la ignorancia es causa de muchos pesares, he quedado prendado desde el inicio, todo un placer visitarte y si no te molesta me quedo a seguirte, desde mi querida Guatemala SL

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  8. Buen relato.

    Deja un final abierto,lo cual me gusta.

    Un abrazo.

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  9. Hermoso cuento, me encantan estos de misterio, que leyéndolos se me pone el vello de punta.
    La ignorancia hace mucho daño, y sobre todo cuando los chismes van de unos a otros.
    Un beso, feliz noche

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  10. Muchas gracias amigos. Vuestros comentarios me animan a seguir escribiendo... que no es que esté desanimada, en absoluto; pero vuestras encantadoras palabras siempre son gratas para el oído jejeje.

    Besos y abrazos.

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  11. Teresa, ya te digo... la ignorancia y las creencias hacen mucho daño.

    Un relato muy bien desarrollado, interesante, ameno, tiene ritmo y te atrapa.

    Besos

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  12. Teresa: Voy comprobando que hay mucha maestría en tus relatos. Haces que se quiera llegar al final sin dejar de leer y, además, veo que unas veces es terrorífico el desenlace y otras, como en este, es suave y de "final feliz".
    Se nota que tienes tablas y eso me gusta porque de todo se aprende y además, estimula a escribir.
    Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.

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  13. Gracias Veronica. Gracias Mos. Es un placer escribir, y con tan buenos lectores como vosotros, doble placer.

    Besos y abrazos.

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  14. Maravilloso Relato de íntriga y valores, acaecidos en este enigmático paraje.
    Gran valentía de Andrés y complicidad de Ana. Estupenda reacción de los dos al comprobar que en la mansión existia otro inquilino, Amalia, y conocer su historia y la de su hermano.
    Final Feliz con un atisbo de suspense por las creencias de las gentes del Pueblo.
    Me ha encantado la Historia de la Casa de Piedra...Muy buena.
    Un abrazo, Teresa.

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  15. Gracias Pedro por tu paso y tu lectura. Me encanta que te haya encantado jejeje

    Besos y abrazos.

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