Seguidores

24 de febrero de 2012

LOS PASOS ARRASTRADOS (novela juvenil-1ª parte)




Lo veía sentado en el porche de su casa, solitario, perdido en el tiempo, y con una expresión profundamente triste. Otras seguía sentado, solitario, perdido entre el humo de su cigarro, y con una sonrisa placentera. ¡Qué contradicción de semblantes! No paraba de darle vueltas cada vez que me asomaba a la ventana. La única diferencia entre ambas secuencias casi clónicas, era el humo. “¡Ya está! ¡Este tío se coloca!”.

–Muy triste –dijo mi padre situándose a mi lado, frente a la ventana–. Su mujer falleció hace dos meses y lo único que le alegra un poco, es la marihuana.

El desconcierto que hasta ahora me habían provocado estas escenas, y el encogimiento de alma cada vez que miraba a su protagonista, se transformaron rápidamente en desconfianza, y después en recelo y aprensión. Yo acababa de volver de “Erasmus” y presentía que iba a ser un comienzo de verano bastante agitado, como así fue, pues nadie sospechaba que habitaba un asesino entre nosotros.

CAPITULO UNO – LA MIRADA DE ERNESTO

Hacía ocho meses que Ernesto se instaló en ese adosado, junto a su esposa Elena. El poco tiempo que coincidí con ellos, siempre me parecieron una pareja muy singular. Ella era una persona de aspecto pizpireto y muy extrovertida, por lo que pronto congenió con la gente. Él aunque sociable igualmente, su desenvoltura moderada poseía un trasfondo que no sabría describir.

Cada mañana salía con sus desgastadas zapatillas de paño generando pasos arrastrados, cortos y lentos. No importaba que hiciese calor, él las llevaba constantemente. También acostumbraba a transportar un carrito de compra, que paseaba a diario en sus idas y venidas. Daba pena verle así, y más considerando el triste acontecimiento ocurrido tan recientemente en su presumible vida rutinaria.

A las diez en punto recibía la visita diaria de su vecina Rosalía, que le llevaba panecillos calientes. Así era desde que se conocieron, ya que ésta, viuda hacía ya ocho años, encontró compañía y amistad en la pareja. Por eso cuando falleció Elena, la relación con Ernesto se hizo más obligada y habitual, quizá para debilitar la amargura que sentían.

Sobre las once se ausentaba un par de horas para efectuar la compra diaria. Esta actividad, implantada más bien por distracción que por necesidad –según le comentó a mi madre–, aliviaba las largas horas diurnas. Las noches pasaban rápido gracias al “orfidal” que tomaba desde que aconteció el óbito de su esposa –o por lo menos eso difundió por el barrio.

Una noche que apenas podía dormir por el calor, me acerqué a la ventana para averiguar si el aire exterior era más cálido que el sofocante que circulaba dentro de mi habitación. Sería la una de la madrugada, y para mi sorpresa, vi como Rosalía abría discretamente la puerta. Ernesto pasó con premura. “¡Vaya con el viejo!, parece que ni duerme tanto, ni es tan “lento””. Permanecí fisgoneando un cuarto de hora. Aburrida, decidí bajar a la cocina para tomarme un vaso de leche fresca... con galletas. ¡Otro de mis desvelos!: el hambre. Conecté el televisor, y cuando quise darme cuenta, estaba enganchada a un programa “no infantil”.

Con el morbo dando vueltas, miré de nuevo por la ventana antes de iniciar mi intento de entrada en “el país de Morfeo”. La luz del dormitorio de Rosalía se encendió y apagó en cuestión de dos segundos, y una sombrá rápida se evaporó ante mis ojos. Seguí expectante unos cinco minutos, pero no hubo más movimientos fuera de lo normal. “¡Buenas noches, parejita!”.

Ese jueves me levanté más cansada de lo que me había acostado. Me preparé un buen desayuno y decidí tomarlo tranquila en el “mini–jardín”.

–¡Buenos días mamá! –saludé dándole un beso.
–¡Hola hija!
–Al suelo “Mafi” –dije bajando a la gata, acomodada en la silla.
–¿Has descansado? –preguntó mi madre dejando a un lado la revista de “cotilleos”.
–No creas. Anoche hizo mucho calor y casi no “pegué ojo”... como supongo tampoco lo harían los vecinos –dije señalando con la cabeza, primero hacia la casa de Ernesto y luego hacia la lindante de la izquierda.
–¿Y eso? –añadió mi madre sorprendida.
–Porque más o menos a la una, entró “el vecino, en casa de la vecina” –contesté con retintín–. Tú ya me entiendes.
–Eso no puede ser –replicó mi madre–. Nunca les he visto una actitud fuera de lo normal como para suponer que pueda existir algo entre ellos, y menos a estas edades. ¡Por favor! ¡Que él tiene 80 años!
–Parece mentira que te asombres de una cosa así. Tú que estás a la orden del día en amoríos de famosos, verás que los años no influyen para tener una relación “no solo de amistad”.
–¡Ya!, pero precisamente en ellos... no me cuadra. ¡Qué quieres que te diga! –dijo mi madre bastante reticente–. Además, ya sabes que quedó viudo hace poco, y el pobre lo está pasando muy mal.
–¡Oye! ¡A lo mejor estaban liados antes de...
–¡Anda!, deja de decir tonterías –replicó un poco ruborizada–. Lo que me sorprende es que Rosalía no haya pasado hoy como de costumbre, y eso que son cerca de las once.
–¡Ves! Es por la “juerga” de anoche. Seguro que estará agotada.
–¡Mira!, es Ernesto. ¿Le pregunto por ella? –comentó bastante indecisa.
–¡Pues claro! Tu normal... como si nada –dije animándola.

Bajó los cuatro escalones empedrados que desembocaban en el mini–camino que daba a la mini–puerta de entrada... o salida.

–Ernesto, ¡buenos días! –saludó.
–¡Ah, Carmen! ¡Buenos días! –contestó desde la acera de enfrente.
–Hoy no he visto a Rosalía ¿Sabes si está enferma? –preguntó mi madre con tono preocupado.
–¡Qué va! Ayer dijo que hoy iba a pasarlo con su sobrina, y como la residencia queda un poco lejos, ha preferido madrugar –explicó cruzando la calle.
–Entonces hoy te has quedado sin panecillos.
–¡Qué le vamos a hacer! La verdad es que los echo de menos cuando no me los pasa. ¡Esta mujer me ha acostumbrado muy mal!
Estuvieron charlando unos diez minutos. Hablaron del tiempo, de las escapadas de mi gata, y del paso de peatones que el vecindario había solicitado.

–Bueno, tengo que dejarte. ¡Hasta luego Carmen... y compañía! –añadió alzando la mano, a la vez que me dirigía una mirada que no supe descifrar.
–No sé –dije a mi madre cuando volvió a sentarse–. Hay algo en este hombre que me produce desconcierto.
–Pues es un hombre excelente. Como vecino... ningún problema, y como persona... te diré que dedica parte de su tiempo a la ayuda de gente necesitada que no tiene hogar – manifestó mi madre orgullosa de la calidad humana de Ernesto.
–No sabía nada. Y ¿desde cuándo? –pregunté curiosa.
–Desde que falleció Elena. Dice que es lo único que llena su soledad. Bueno eso y fumar marihuana. Ésto último que quede entre nosotras –dijo bajando la voz–. A tu padre le hace gracia, pero yo no lo veo bien.
–¿Y en qué consiste la ayuda? –pregunté obviando la opinión de mi madre sobre la “hierba”.
–Colabora con el centro para indigentes que hay en el pueblo. Sinceramente, hace una buena labor social.

No podía quitar de mi pensamiento esa singular mirada que me dirigió al marcharse. Era como si estuviera advirtiéndome de algo. ¿De qué? ¿De que mantuviese en secreto sus devaneos?

31 comentarios:

  1. Bueno a mí también me gustaría tener una de esas ventanas indiscretas y con buena visibilidad para ver que hacían personajes como Ernesto Y Rosalía y empaparme de como de que con eso de perder sus parejas, había entre ellos desahogo y "ñaca ñaca", sí o no, aunque claro el hombre ya está un poco mayor para muchas filigranas, pero bueno si se chuta de mariguana lo mismo todavía responde. En fin el asunto está muy interesante, ya veremos la segunda parte y el desenlace final. Excelente relato. Por cierto mí mujer también se toma orfidal para dormir, y yo algo muy similar, y aún y así dormimos fatal.

    Besos Teresa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me parece que en el fondo eres un poco "voyeur" jejeje, como mi protagonista... y es que somos ¡tan cotillas!, o ¿es que nos invade el aburrimiento?. ¡En fin! paciencia que aún quedan unos pocos capítulos.

      Hoy en día ¿quien no tienen un orfidal o un lexatin en casa? Solo los que tengan la conciencia tranquila. jajajaja.

      Besos.

      Eliminar
  2. Perdón Teresa quise decir "marihuana", no mariguana. "Que torpe me estoy volviendo señor; esto de hacerse viejo: mala cosa.

    Besos.

    ResponderEliminar
  3. Habrá que esperar a la siguiente entrega, Teresa... Y ya ando cavilando jajaja, que si será el que la ha matado, que si el sabe que ella ha visto algo que el ha visto...

    Besos y buen fin de semana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues cavila cavila Verónica, que está bien eso de trabajar la mente jejeje.

      Besos y buen finde igualmente para ti.

      Eliminar
  4. Que intriga¡¡¡No me gusta ese hombre...
    Cuéntalo pronto, que nos tienes en ascuas.
    Besotes con cariño.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿No te gusta? ¡Pobre ancianito! jajajaja

      Subiré un trocito todos los días. No sé si me dará tiempo hasta el jueves que viene, que me voy una semanita de vacaciones. Ya veremos lo mala que soy jejeje.

      Besitos

      Eliminar
  5. Este hombre, esconde algo seguro.
    Los viejecitos, que quieren parecer indefensos son los peores, y me temo que este es de esa calaña.
    Besos, muy buena noche...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Verñonica! Es que hay viejos muy siniestros, muy negros... y otros muy verdes como el de tu poema jejeje.

      Besitos y feliz sábado.

      Eliminar
  6. Teresa, gracias por tus palabras
    ya nos seguiremos leyendo
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a ti por tu sensibilidad y tus letras.

      Besos.

      Eliminar
  7. Una auténtica intriga la mirada de ese hombre, su comportamiento, la noche, se supone, no tan loca. Verdaderamente estuve en vilo.
    Por favor, no tardes en el segundo capítulo... Este ha sido Bárbaro.
    Un abrazo, Teresa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Pedro, siempre tan amable en comentarios hacia mis escritos.

      A la noche subiré la segunda parte.

      Besos.

      Eliminar
  8. Este segundo capitulo esta en suspense ...El abuelete se le fue la cabeza con el humo de la María y seguro lio un festival...

    Abrazos blogueros de MA para ti Teresa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es que a los viejitos no les puede dar más allá de unos "celtas" jejeje (no sé si todavía fabricarán esta marca de tabaco, tan típico antes en las manos de nuestros abuelitos)

      Besos Ma.

      Eliminar
  9. Intrigadita me tienes, yo quiero masssss.
    Me ha gustado mucho, pero no quiero decirte nada de los personajes, las apariencias engañan. Son dos personas adultas y sin compromiso, la vida es dura a si que porque no hacerla un poquito mas llevadera con sexo y marihuana? jajaja solo les falta el rock.
    Un bessito impaciente

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. jajaja ¡Quien sabe lo hace cada uno en la intimidad de su hogar! Lo mismo también bailaban rock antes de... jajaja

      Besos Men.

      Eliminar
  10. Me quedo con las ganas y en mucho suspenso.
    los personajes son muy bien delineádos.

    Abrazo desde Copenhague inundada de sol,

    Ian.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Ian. Me alegro de tu lectura.

      Besos desde Madrid, también con sol primaveral.

      Eliminar
  11. Que´buen trabajo Teresa!!!,
    Felicitaciones, esto promete y aplaudo tu capacidad de estructurar narrativamente , cosa que mí me cuesta mucho jajaja

    he copiado en word tu primera parte para hacérmela en papel tu Novela y así releerla con la calma mayor
    besitos y luz
    Feliz fin de semana

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Elisa. Está muy bien tu idea. Creo que en breve publicaré esta novela corta junto con otros relatos cortos (quizá en primavera)

      Besitos y buen fin de semana para ti también.

      Eliminar
  12. Vaya historia, me has dejado con las ganas de más, Teresa :)

    Estaré esperando la continuación. Muy buena!

    Besotes.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Liliana! Pues allá voy con la segunda parte.

      Besitos.

      Eliminar
  13. Qué bien escribes Teresa. Y de veras que engancha, porque ya estoy esperando la continuación. Besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Campanilla. A ver si me lo voy a creer.

      Besitos.

      Eliminar
  14. No creas que me he olvidado de ti, Teresa, :):):):):)Hoy he comenzado a leer tu novela y has conseguido que estemos todos expectantes de saber más. Todo un misterio por resolver muy bien hilado.
    Voy deprisa a leer la segunda parte.
    Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.

    ResponderEliminar
  15. Sin duda que esa mirada tenía un trasfondo que nos revelará un próximo capitulo.

    Besos

    ResponderEliminar
  16. Teresa,he venido al principio del relato,muy interesante y a continuación avanzaré rauda hasta la página principal.
    Te dejo mi felicitación por tu buenas letras y temas.
    FELIZ SEMANA,AMIGA.
    M.Jesús

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tu lectura y tus palabras.

      Besitos.

      Eliminar

Vistas de página en total