Pinto
un instante de tiempo,
antes
de que se acabe.
Perfilo
la desnudez de su voz;
seca,
tajante, cercenando
casi
sin darme cuenta,
hasta
los recuerdos
que
se queman en mi espesura.
Contemplo
lo efímero en estado puro,
y
él me sujeta con fuerza,
traspasándome,
buscando
otros tiempos que
vivieron
antes que él;
y
yo, débil ante su poder, me dejo llevar.
Soy
la niña que corre feliz entre las hojas secas,
la
joven que camina deprisa
buscando
ansiosa citas a ciegas con la vida,
la
mujer que lleva tatuados colores de cal y arena.
Los
vientos traidores
trenzan
suspiros a mi alrededor,
y
la savia dormida en la periferia del invierno,
me
anuncia que ya nunca más
habrá
flores que soplen en mis venas.