Yo
ni nací poeta, ni moriré poeta.
Mis
palabras, solo fueron un lapsus
en
el genocidio de mis sentimientos.
No
sé porqué no quedaron allí donde habitaban;
en
el vestíbulo de la incompetencia.
Nadie
las llamó, miento sí;
el
egocentrismo que las poseía.
Ahora
ya salieron, y es muy fácil juzgarlas.
En
la sentencia no cabe la duda
y
todas, sin excepción,
están
condenadas a muerte.