Esta
tarde, he vuelto a la niñez. El olor a pintura que desprendía una
vieja reja, me ha trasladado a la terraza de mi infancia. Cada dos
años, mi padre coloreaba de negro los barrotes del gran balcón. Mi
hermana y yo, le ayudábamos a colocar el impoluto papel de
periódico, cuyo cometido era recibir las gotas juguetonas que
saltaban de la brocha, al compás ascendente y descendente que
marcaba el alegre pintor. Luego nos peleábamos por remover la
pintura con un palito de madera, que “por pitos o por flautas”
siempre acababa manchando el suelo. Mi padre sonreía intentando
poner paz. Antes de cerrar el envase, con un pequeño apretón de su
talón sobre la tapa, permitía que diéramos un par de brochazos.
Mientras una se deleitaba intentando retrasar el momento del relevo;
la otra estiraba la mano, solícita, expectante y ansiosa, a la vez
que controlaba el tiempo como si de un cronómetro se tratase.
Un
año excepcional en el que pudimos despacharnos a gusto en el arte de
“colorear”, fue aquel en el cual mis progenitores decidieron
pintar ¡el ladrillo de la pared! La sólida arcilla recibió una
brillante capa de barniz, y el laberinto de cemento gris fue atacado
por un “blanco nuclear”. Lo reconozco, disfruté mucho al
principio; pero después de unos cuantos rectángulos, el brazo me
dolía tanto, que juré no volver a pelearme por coger una brocha.
Muchas
veces me pregunté, si a mi padre le hubiera gustado tener un hijo
varón. La respuesta no la supe jamás, ya que nunca me atreví a
esclarecer mi duda; quizá por temor a una respuesta positiva.
Por
la noche, y a pesar del olor, no podían faltar los relatos y sus
sonrisas cómplices de la imaginación. Los narraba echado en su
hamaca de madera clara, vestida con una descolorida loneta de rayas
rojas que lucía los hábiles zurcidos de mi madre. Cada año la tela
se iba desgastando un poquito más... como él, pero nosotras no nos
dábamos cuenta.
Mi
madre se situaba en una silla frente a él. Mi hermana y yo, sentadas
en el suelo, le escoltábamos apoyando nuestras barbillas sobre los
brazos de madera. Él colocaba las manos tras las nuca, y empezaba la
sesión. Escuchábamos fascinadas. Todavía resuena en mi mente la
suave voz con la que refería sus historias sobre las estrellas, y
sobre su niñez durante la guerra civil; sin olvidar el misterio que
introducía al inventar esos cuentos, que rápidamente me
transportaban al mundo de fantasía en el que crecemos los niños.
Con
el tiempo, los acontecimientos relatados se repetían tan a menudo,
que bien podrían estar gastados como su silla-tumbona; si no fuera
porque nuestro interés los hacía nuevos cada anochecer.
A
las once hacíamos un alto en el camino. Mientras mi madre iba a la
cocina a preparar dos vasos de leche fría, mi padre regaba los
tiestos que decoraban la terraza en forma de L. De vez en cuando se
“escapaba” algún que otro hermoso chorro de agua hacia las
rojizas baldosas de la terraza. Nos guiñaba un ojo, y nosotras
pisoteábamos descalzas sobre el escurridizo y huidizo charco, pero
al momento llegaba mi madre con la fregona y lo hacía desaparecer
velozmente.
Nos
encantaba sentarnos en la rayada hamaca. Así que en los dos escasos
minutos que quedaba vacía, nos lanzábamos como locas sobre ella.
Apenas cabían nuestros esmirriados traseros; sin embargo,
permanecíamos “pegaditas” con nuestros “bigotillos” blancos,
esperando el reinicio de las aventuras narradas por nuestro héroe.
“¡Papá,
cuéntanos otro!”, repetíamos casi al unísono nada más acabar
cada relato. ¡Paciencia!, le sobraba a mi padre incluso al acabar el
día. Y así tranquilamente volvía a sonreír, y a empezar de nuevo.
Conmovedor y fascinante, estoy segura que ÉL, no echó en falta para nada un varón.
ResponderEliminarBesitos, muy buena noche
Que hermoso recuerdo, de alguna manera revivi algunos mios
ResponderEliminarUn abrazo
Mi niñez fue bonita y guardo también muy bonitos recuerdos de ella. Gracias por evocarla.
ResponderEliminarSaludos.
Bellas memorias.
ResponderEliminarEndulzan el presente.
Un abrazo.
entrañable relato Teresa
ResponderEliminarFELICITACIONES
recuerdos dulces y anidados se conservan en un lugar muy especial de nuestro corazón
abrazo grande y FELIZ DIA DEL LIBRO
Es una suerte tener unos recuerdos asi. No recuerdo nunca a mi padre contandome un cuento, cosa que si ha hecho con los nietos.
ResponderEliminarHay sensaciones, olores, sonidos oc ualuiqer detalle en la vida que nos transportan a esos momentos de nuestro pasado haciendonos vivir gratamente o con dolor cosas que ya pasaron.
Un tierno relato. Un bessito
Teresa, me hiciste acordar de mi niñez.
ResponderEliminarNi te imaginas lo que disfrutaba si me dejaban pintar un poco algún radiador.
Mi hermano y yo pisábamos también descalzos algún breve charco antes de que mi madre viniera y lo hiciera desaparecer, tal cual.
Entrañable relato que me ha dejado una sonrisa pintada en la cara.
Besos Teresa, feliz noche del libro y del derecho de autor
Preciosos los recuerdos de la niñez, siempre permanecerán en nosotros…
ResponderEliminarUn cálido abrazo
Recuerdos de la Infancia que siempre estarán con nosotros como parte fundamental de nuestra integridad e identidad.
ResponderEliminarNuestros Padres...Esas Personas Maravillosas e Increibles que siempre estarán con nosotros mientras vivamos y más allá.
Un abrazo, Teresa. Es una entrada entrañable y llena de cariño.
Un abrazo, mi gran amiga.
Teresa:
ResponderEliminarMuy bonita historia de tu niñez. Marca los perdurables recuerdos que deja un padre en su hija.
Ojalá mi Melisa pueda recordarme algún día como tú lo has hecho aquí con tu padre.
Has acariciado los corazones.
Un afectuoso saludo.
Existen recuerdos que siempre nos acompañarán por el resto de nuestros días, de alguna forma nos ayudan a soportar el presente. La niñez es una etapa tan importante, tan rica en creatividad, en aprendizaje, que nuestra formación indiscutiblemente tiene su médula en nuestra infancia...No recuerdo a mi padre leyendo cuentos; pero si tengo en mi retina cuando me regaló Robinson Crusoe, eligió la edición más colorida, el empaste más bello, y me lo entregó con tanta solemnidad, que entendí que un libro era un ser mágico, y que para leerlo había que tener sensibilidad, respeto y emoción.
ResponderEliminarUn beso Teresa.
Mi admirada Teresa: Qué regalo tan entrañable en el día del libro. Gracias. Ya sé algo más de tí, que has tenido una infancia muy feliz... Eso también tendrá que ver en haber construido un interior tan bien amueblado como el tuyo. Besos alados. Un placer.
ResponderEliminar¡¡Zuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuups!!
ResponderEliminarTan tierno como un gran bizcocho relleno de chocolate¡¡ummmmmmmmmmmmmmmm!!, precioso amiga Teresa. Mi infancia también fue parecida, mi padre pintaba y yo enredaba con el pincel manchando todo.
Un beso de bruja muy grande MORIMÓ.
Tenemos grabados en la memoria olores, me ocurre también. Me sorprende como un olor te puede traer a la memoria recuerdos que parecían olvidados.
ResponderEliminarBonito relato.
:)
hermoso recuerdo de un hogar feliz, una infancia cuidada y alimentada por el amor de esos padres, que afortunada persona eres querida amiga, te abrazo
ResponderEliminarUnas muy hermosas reminiscencias de recuerdos felices. Es curioso como algo tan simple como un cierto olor puede desatar un torrente de recuerdos que nos sacude el alma. Pero este tipo de recuerdos siempre bienvenidos serán, una infancia muy afortunada sin duda, alimentada con amor e ilusión.
ResponderEliminarDesde aquí vuelvo a agradecerte tu voto en mi relato "La foto", celebro que te gustara. Un beso,
Bueno es muy bonito recordar la niñez, pero a la vez también puedes sentir nostalgia, porque sabes que esos momentos no se volverán a repetir. Se puede tener recuerdos muy bonitos de la vida, pero yo creo que los que más marcan son los de la infancia.
ResponderEliminarBesos Teresa.
Una evocación nostálgica que hace que no pueda evitar emocionarme con los recuerdos de la niñez. Gracias por traernos ese pedacito cargado de sencillez, hasta este mundo tan complicado que vivimos hoy.
ResponderEliminarBesos
Querida amiga: Como tengo dificultades para que se queden mis comentarios, por eso acabo de hacer esta prueba.
ResponderEliminarAcabo de leer tu relato y has logrado trasladarme a mi niñez. Estoy visualizando la figura de mi padre enseñándome a escribir, contándome aventuras de su niñez, su afición por la caza, en fin, cantidad de cosas que emocionan al recordarlas.
Un bello cuadro, de una familia feliz, nos has transmitido, te felicito por haberlo vivido.
Abrazos y cariños.
kasioles
Teresa,un entrañable y mágico relato,que nos renueva y nos dá alas a todos.También mi padre nos contó cuentos muchos años a mis hermanos y a mi...Tenemos tantas cosas de nuestros padres,que siguen viviendo en nosotros,nunca morirán,son eternos,amiga.
ResponderEliminarMi felicitación por tu bello post en este día del libro.
Mi abrazo inmenso y mi ánimo siempre,amiga.
Gracias por tu cercanía y feliz semana,Teresa.
M.Jesús
Precioso relato que trae tantas reminicencias de la niñez.
ResponderEliminarMi madre,, Lina, me leía cuentos o los inventaba a mi hora de dormir y mi pare Oliver traía libros desde muchos países y aún recuedo ese maravilloso perfume a tinta de imprenta y papel vírgen.
Un abrazo, Teresa y gracias por tu maravilloso post,
Ian.
Precioso poema con sabor de un ayer que hemos vivido con demasiadas cosas en común
ResponderEliminar¡Que tiempos aquellos de la infancia!.
Yo recuerdo los cuentos inventados a la luz de una hoguera, en la cocina de la abuela María. ¿Quién contaba los cuentos?. Siempre era un adulto: papá, el abuelo, o algún tio, y nosotros pequeños, ingenuos e impacientes disfrutábamos tanto las palabras.
Palabras que nunca fueron ciertas o tal vez sólo eran en su mitad verdades hasta que nos marchamos de su lado.
Un saludo
Gracias amigos por leer y compartir esos entrañable recuerdos, y aunque nunca se vuelvan a repetir como dice Rafa, sí los vivimos nuevamente cuando afloran a nuestra mente.
ResponderEliminarBesos y abrazos.
Allá voyyyyyyyy!!
ResponderEliminarBendita niñez. bendita edad de la inocencia donde todo se veía de otro modo, donde éramos felices sencillamente por eso, por tener toda la vida por delante y preocuparse de muy pocas cosas.
ResponderEliminarMucha ternura has dejado aquí, Teresa.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Te felicito por este emotivo relato que presiento dedicado más a tu padre que a tu niñez:)
ResponderEliminarMi padre tiene tres hijas y siempre ha dicho que nos prefería ante cualquier hipotético hijo varón. Sé que lo dice de verdad y, también, para enrabiar a mi madre que siempre quiso varones:):)
Besos y recuerdos
El amor a los hijos no entiende de sexos y tú y tu hermana le habrán dado todo lo que un varón no hubiera podido.
ResponderEliminarHermoso como siempre Teresa.
Un beso
Hola querida Teresa
ResponderEliminarPrecioso relato, muy emotivo.
Me recuerda a mi infancia, mi padre sí siempre quiso un hijo varón... por eso tuvo y tiene una relación fría conmigo. No es malo. Es así.
Un beso grande.
Mi padre siempre fue un como un crío grande y gastó tanta paciencia con nosotras, que tal vez por eso ya no le queda tanta, aunque siga siendo como un niño.
ResponderEliminarGracias por estar y dejar estos pequeños flashes de recuerdos.
Besitos.
Si fue real, me encantó tu relato y si no lo fue, te felicito
ResponderEliminarGracias
Con ternura
Sor.Cecilia
¡Hola sor Cecilia!
EliminarFue real y muy real, se lo puedo asegurar. Podré inventar historias e incluso ponerme en la piel de otro para escribir algún poema, pero los recuerdos, esos morirán siendo realmente auténticos.
Gracias por pasar. Un verdadero placer. Besos y buena noche
OI TERESA!
ResponderEliminarGRATA POR SUA VISITA.
LEMBRANÇAS,NOS EMOCIONAM, PORQUE NOS TRANSPORTAM AO QUE TEMO DE MELHOR NOSSA HISTÓRIA.
ABRÇS
http://zilanicelia.blogspot.com.br/
Click AQUI
El relato de un trocito de tu vida,que has conseguido que visualice por tu estupenda forma de contarlo.
ResponderEliminarQue recuerdos mas felices,nos llegan de la niñez.
Un abrazo.
los relatos tuyos, Teresa, pues ciertamente en tu línea.
ResponderEliminaren cierta manera me has rememorado lo que actualmente tengo entre manos. pero es pretencioso el contarlo aquí.
1 saludo y por si no quedó claro: bonito. y bonita tu historia.
Gracias por leer este trocito de mis recuerdos. Un placer sentíos.
ResponderEliminarBesos y abrazos.
Este relato es la materialización de la belleza que acompaña a la secillez.
ResponderEliminarGracias Oyente por leer y dejar tu huella.
ResponderEliminarBesos.
Qué bonito cuentas, Teresa.
ResponderEliminarGracias por tu halago.
EliminarBesitos.