Cogió
el bolígrafo y esperó. Esperó que fluyese. En el colegio le habían
puesto deberes; hacer una redacción sobre un sentimiento familiar.
María optó por el amor. Intentó recordar qué momento podría
describir. No le venía nada a la mente. Su madre había muerto
cuando ella apenas tenía tres años. Vagamente recordaba su suave
piel y unos grandes ojos azules llenos de ternura. Los besos y
abrazos los soñaba, pero ya no sabía si eran fantasía o recuerdos
guardados en algún rinconcito de su corazón.
Pasaban
los minutos, y empezaba a desesperar. Quería llevarse el premio que
la profesora había prometido. Nadie sabía qué podía ser,
solamente les dijo que nunca en la vida olvidarían el momento de
recibirlo.
Cuando
llevaba media hora de reloj, se acordó que quizá su padre la podría
ayudar. Fue al salón, sabiendo que le hallaría sentado en el sofá
con una cerveza en la mano. Reflexionó unos segundos sopesando si
sería buena idea. “Él tiene que saber de amor, al fin y al cabo
se casó con mamá”. Con el bolígrafo preparado a escasos dos
centímetros del cuaderno, preguntó a bocajarro:
–Papá
¿me puedes hablar del amor?
–¡Eh!
–dijo éste, sin dejar de mirar la pantalla del televisor.
–Tengo
que hacer un trabajo hablando del amor –repitió María procurando
no alzar al voz.
–Y
a mí, ¡qué me cuentas! –dijo antes de llevar nuevamente la lata
de cerveza a la boca.
–Pues
porque tú tienes que saberlo. Querías a mamá ¿no?
–A
tu madre... ni la nombres –añadió con rabia a la vez que se
enderezaba en el sofá.
–Entonces...
¿me puedes dar un abrazo? –solicitó María tímidamente–, así
a lo mejor lo entiendo.
–¿Abrazo?...
Déjate de gilipolleces y vete a hacer lo que te hayan mandado.
María
volvió a su cuarto cabizbaja. Ya no le dolía que su padre no jugara
nunca con ella, ni que faltara a los actos teatrales del colegio;
pero que no le diera un abrazo cuando más lo necesitaba... eso, no
se lo perdonaría nunca.
Estaba
tan triste, que escribió durante media hora seguida todo lo que su
corazón y sus ojos lloraban. A media noche se levantó y volvió
nuevamente sobre el papel. Siguió escribiendo hasta terminar tres
hojas enteras. Después las arrugó y las tiró a la papelera. Ya
solo le quedaba rabia. Su padre no la había ayudado a conseguir lo
que ahora más ansiaba.
Tenía
los ojos cansados. Apenas había dormido pensando que ya no tendría
ese recuerdo que hoy en clase se hubiera ganado. Se acercó a la
papelera y recogió las rugosas hojas. No podía defraudar a su
profesora. Tenía que justificar que lo había intentado.
Preparó
un pequeño bocadillo, y antes de abandonar la casa se asomó al
salón. Allí seguía su padre. Dormido, y roncando. Estaba
convencida que esos enormes gruñidos le hacían cada día más
inhumano. Ya no sentía rabia cuando lo miraba; solamente pena, como
siempre.
Desde
el pupitre escuchaba atenta y maravillada los relatos de sus
compañeros. Cada palabra que salía de sus bocas eran caricias para
su apenado corazón. Casi todos habían escogido “su tema”. No
sentía envidia, al contrario, se dejaba llevar por el sentimiento
intentando hacerlo suyo por unos instantes.
Llegado
su turno se levantó deseosa de acabar cuanto antes. Leyó sin
levantar la vista de lo escrito. Con amargura salían sus palabras
¡Qué distintas a la escuchadas anteriormente!, pensaba. Las suyas
anunciaban a voz en grito el abandono, que sentía cada mañana al
despertar; el desamparo, en esas noches oscuras llenas de miedos; la
tristeza de ver a su padre cada día más deprimido; el aislamiento
cuando enfadado la castigaba durante horas en su cuarto... Cuando
terminó se dio cuenta que acaba de hablar de la Soledad. Ése era el
único sentimiento que inundaba las cuatro paredes de su casa.
Al
levantar la vista, los ojos llorosos de sus compañeros la miraban
fijamente. Todo pasó en cuestión de segundos. Se abalanzaron sobre
ella y la abrazaron con ternura. El premio fue para todos. Nunca lo
olvidarían, como dijo la profesora.
Ahora
ya podría hablar de amor, aunque no fuera el paterno.
Teresa,cuando una puerta se cierra se abre una ventana...Y tú nos has abierto, en tu relato, montones de ventanas,que miran al cielo...Me has emocionado,el relato es redondo,muy bien escrito y con un buen final.
ResponderEliminarMi felicitaciòn,mi abrazo inmenso y bienvenida de nuevo,amiga.
M.Jesús
Precioso relato de amor, aunque lo tuvo que encontrar fuera de la familia. No siempre la infancia es de color de rosa, la soledad pasa más de "puntillas", mucha veces los adultos no sabemos o no queremos ver mas allá de nuestras narices.
ResponderEliminarBesos
El amor aparece cuando menos lo esperas, de quien o quienes menos lo esperas y de la forma que menos sospechabas.
ResponderEliminarNo siempre viene de quien querrías, es verdad, y si encima es de un padre, es demoledor.
Pero siempre habrá quien nos quiera y nos cubra una carencia.
Besos Teresa, un relato que abre el alma
¡Qué tristeza!. Y pensar que el mundo está lleno de historias así. Un abrazo.
ResponderEliminarcuantos hay que heredan solo amarguras hoy , en este instante
ResponderEliminares solo echar un ojo por la calle
un relato bastante veráz, sobre todo cuando uno visita tribunales de familia
besitos y felicitaciones Teresa querida
gracias por tu huella
Si no se ha vivido cuesta entender que haya padres así.
ResponderEliminarEs un relato que traspasa el corazón. Sabemos que es una realidad y que hay muchos niños así de "abandonados".
Qué poco cuesta un abrazo y cuán caros resultan para unos y como de regalados para otros que, por tenerlos, no lo necesitan tanto.
Besos
Precioso y enternecedor relato Teresa. A pesar de que la niña no conoció el amor en su casa, porque su madre falleció cuando ella era muy pequeña, y su padre era un energúmeno, encontró el amor y la comprensión entre sus compañeros de clase. Desde luego en ese mismo instante supo la criatura lo que era ser querido, y desde luego en la realidad se dan casos de estos, en el que se encuentra antes el cariño, la ternura y el amor fuera de casa que en el ámbito familiar. Triste pero ocurre.
ResponderEliminarBesos Teresa.
Que sentimiento de pena.
ResponderEliminarUna historia tan cotidiana, magistralmente relatada.
Un abrazo.
Los ojos también acuosos...he terminado tu sentido y desgraciadamente, mas real de lo que pensamos, relato.
ResponderEliminarOtra vez te felicito¡¡¡
Un besote grande.
Teresa:
ResponderEliminarUn texto muy bello has regalado hoy.
Una visión implícita en él sería la de asociar las emociones espontáneas, puras y sanas, presentes en la época de la niñez, en contraposición a la amargura que domina la vida de un adulto, sobre todo cuando no está preparado para las responsabilidades de su edad.
Nos brindas un momento mágico en ese abrazo colectivo, revelador de la capacidad de amor de la gente sana y pura.
Compartido con quien te da amor, el dolor es más soportable, siempre.
Un abrazo amistoso.
Me he quedado un poco triste, y eso quiere decir que me ha gustado mucho el relato.
ResponderEliminarSon verdades, solo verdades que ocurren en todos lados.
Un beso grande Teresa
Desgraciadamente es una Realidad palpitante. Ese Amor encontrado fuera de la Fronteras del hogar familiar, lugar que debería ser el primer atisbo de ternura en el embarruznarse. Relato contado de una manera magistral y amena.
ResponderEliminarUn abrazo, Teresa.
Triste cuento pero lleno de una gran realidad, por desgracia.
ResponderEliminarUn abrazo en la noche.
La falta de amor de los padres, siempre deja heridas que nunca cicatrizan. Esta niña conoció el amor de sus compañeros, pero la ausencia del otro, le dolerá de por vida.
ResponderEliminarGracias por estar siempre ahí, leyendo y dejando vuestra opinión.
Besos y abrazos.
¡¡Zuuuuuuuuuuuuuuuuuuups!!
ResponderEliminarPrecioso relato amiga Teresa, es tierno y triste a la vez.
Procuremos que a los niños nunca les falte el amor. Dar o regalar amor... nos hace cada día más humanos.
Un beso grande, de la brujita MORIMÓ.
uffffffffffffffffffff. precioso! escribes divino, me dejaste el corazón en cogido...
ResponderEliminarBesitos en 3el alma
Scarlet2807
hermoso. hermoso . hermoso .
ResponderEliminarSimplemente sobrecogedor, pero a la vez precioso. Me han saltado las lágrimas, como al resto de compañeros. Según aumenta mi conocimiento sobre las situaciones familiares cada día agradezco más la que me ha tocado vivir. Pocas cosas hay que me apenen tanto como una familia sin amor. Realmente eres fantástica, escribes de una manera que siempre me llega al corazón. Nunca dejes de iluminar nuestro mundo con tus escritos. Un gran abrazo.
ResponderEliminarTeresa me emocionaste a punto tal que cuesta escribir, los ojos nublados no te dejan, es una historia cruda, pero real.
ResponderEliminarA los que disfrutamos el amor desde nuestra niñez nos cuesta entenderlo.
Gracias por regalarnos estas emociones.
Un abrazo más fuerte que el que recibió tu personaje.
Cierto, Teresa. Hay heridas irreparables. Pero el amor puede encontrarse en todas partes, lo difícil es estar preparado y abierto para dejarse recibirlo. Saludos.
ResponderEliminarMuy buenos los escritos. Felicidades. Saludos desde Conil (Cadiz). ve mi blog
ResponderEliminarConmovedor relato, teresa.
ResponderEliminarLa infancia marca el resto de nuestras vidas y, lamentablemente, hay muchos casos como el de este cuento.
Te felicito por ahondar en el tema y dar ternura y esperanza con tus letras con ese final feliz.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Precioso escrito Teresa, está lleno de sentimiento, además, tienes una prosa excepcional. Enhorabuena. Un fuerte abrazo desde el blog de la Tertulia Cofrade Cruz Arbórea.
ResponderEliminarhttp://tertuliacofradecruzarborea.blogspot.com/
Que triste tu relato de hoy pero, lo cierto es que hay muchos niños padeciendo esa soledad.La sociedad cada vez más individualizada hace que pasen inadvertidos esas personas que necesitan un poco de ayuda para superar las desgracias o simplemente las malas rachas.
ResponderEliminarun saludo
Me has tocado el corazón con esta historia Teresa...
ResponderEliminarMe ha encantado,es que cuando se trata de ni@s que no sienten el amor y la protección de sus progenitores me causa una gran tristeza,ya que quien más, que los padres deberían dar el amor incondicional a los hijos que traen al mundo cuidándolos y apoyándolos en momentos más o menos importantes.
Precioso.
Un besito y que pases muy buen fin de semana!!
Es muy triste ver como la infancia entiende tanto de soledades. En este caso una parte se suple con la amistad, pero no siempre se así.
ResponderEliminarGracias por amigos por vuestra presencia.
Besos y feliz fin de semana.
Me has emocionado al leerte, esa soledad de la que se habla, está muy relacionada con la vida de mucha gente...te felicito por un trabajo muy bien hecho...un besote.
ResponderEliminarGracias Fibonacci. Esa emoción siempre queda a flor de piel en caso como éste.
EliminarBesos.
Teresa, creo no equivocarme al decir que nos has llegado al corazón. Es de esos relatos que esperas que tengan buen final,y gracias a ti, lo ha tenido. Es un gusto, poder elegir los finales de tus historias, ojala fuese así la vida.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por tus palabras Jorge. Un placer sentir.
EliminarBesos y feliz noche.
Hola querida Teresa
ResponderEliminarVine a dejarte un saludito porque todavía no me siento muy bien, ya vendré a leer tu relato.
Estoy visitando de a poco a todos.
Muchos besos
¡Hola Luján!
EliminarNo te preocupes, de verdad. Lo primero es que te encuentres bien y nos sigas deleitando con tus bellas entradas. Los amigos siempre estaremos aquí.
Besitos y adelante.
Muy bonito Teresa. Una historia que podría ser real, por desgracia. Y es que hay muchas personas a las que no se les enseña nada sobre algo tan fundamental. La verdad es que a casi nadie se nos enseña, porque al fin y al cabo es algo que sólo se aprende observando a tu alrededor, con modelos amorosos y de eso hay muy poco.
ResponderEliminarUN ABRAZO
El amor no se enseña, efectivamente, se demuestra, es la única manera de conocerlo.
ResponderEliminarGracias por pasar Teresa.
Recibe un beso.
Me has emocionado.
ResponderEliminarEl relato es genial.
El mundo sería tan distinto si nos abrazáramos más...
Un abrazo bien fuerte :)
Así es Ximo, nunca está demás las demostraciones de cariño. Muchas veces no basta con saberte querido, nos gusta también sentirlo.
EliminarGracias y besitos.