El
hombre camina deprisa. El reloj marca las 17 h. apenas tiene 15
minutos para llegar. Odia tener que ir al médico. ¡Qué asco de
otoño!, piensa. Las calles llenas de hojas secas, polvorientas,
rotas... viejas. Tapando las mierdas de perro que antes esquivaba y
ahora apenas puede adivinar. Y esa niebla pegajosa que se le adhiere
y hace que tenga más frío.
La
sala de espera está llena. Alguien dice que el doctor lleva una hora
y media de demora. Se desespera y está a punto de marcharse, pero
aun así prefiere esperar a tener que hacer otro día el mismo
recorrido.
Alguien
tose cuando pasa por su lado. Contiene la respiración; no quiere
aspirar ningún virus. Cuenta la gente joven que hay, y luego las
personas mayores. 3 a 8 es el resultado. “Estos viejos no tienen
otra cosa que hacer. Ahí están tan tranquilos, como si no fuera con
ellos el retraso”. Mira especialmente a uno, que con cara risueña
sonríe a un niño que juega.
Por
fin le llaman. Se sienta nervioso. Los resultados de los análisis
están perfectos.
–Está
hecho un chaval –le dice el doctor.
–Pues
tengo mareos.
–D.
Arturo, lleva años con ellos. Ya le dije que son de las cervicales,
y tendrá temporadas mejores y otras peores; pero qué más quisiera
yo, que estar como usted a sus 77 años.
Se
marcha pensando que estos médicos no le entienden.Vuelve a pisar el
mismo descuidado paisaje, pero ahora más enfadado si cabe.
==000==
El
hombre camina despacio. Sabe que tiene tiempo de sobra para llegar
puntual a la cita. Pisa sobre el otoño. De niño le encantaba
precipitarse por la sequedad de las hojas. Corría por los senderos y
se dejaba inundar de esa estación mágica. Una hoja cae delante de
él y detiene su baile oscilante cogiéndola al vuelo. La huele y se
la guarda en un bolsillo. El viento arrecia y aún así se sienta un
instante en un banco; está fatigado. Ahora es una lluvia de colores
ocres y amarillos, lo que le rodea. Cierra los ojos y respira
despacio.
Llega
a la consulta justo cuando el médico sale para decir que lleva una
hora y media de retraso. No le importa; por el contrario piensa en lo
cansado que acabará hoy el joven doctor.
Introduce
la mano en su chaquetón y palpa la calidez y la fragilidad de la
hoja. Sonríe; y así, mira embelesado cómo juega un niño. En lo
más hondo de su corazón, desea que sepa apreciar los otoños que le
regale la vida. Luego mira al malhumorado hombre sentado frente a él,
y siente pena.
Su
consulta apenas dura cinco minutos. Hoy ha venido por un simple
catarro. Sabe que no habrá más, y aún así quiere curarlo. Se
despide del médico. Quizá sea el último apretón de manos.
–¿Sabe
doctor? Creo que no soy tan valiente como creía y sin embargo sí
más cobarde de lo que pensaba; pero hoy es un día maravilloso y sé
que mañana también lo va a ser.
Regresa con el mismo ánimo. No... más intenso; porque
cada minuto que le queda piensa saborearlo despacio.
Queridos amigos, muchas gracias por estar tan cerquita con vuestras visitas y comentarios. Aún andamos todos de cabeza, pero esto marcha de maravilla. Estoy impaciente por volver, así que tendré paciencia que seguro que ya queda menos :).
ResponderEliminarUn besote grande grande para todos.
Leído tu relato que, como siempre, tiene ese fondo sentimental que sabes imprimirles.
ResponderEliminarUn abrazo y que todo siga bien Teresa.
Malosa y yo que te quiero! Y vos me hacés llorar. Dan ganas de salir ya mismo a comerse el mundo despacito, sin prisa y no dejar pasar nada de nada poeta. Sos linda Tere, gracias por venir.
ResponderEliminarCasi me retratas a mí ayer.
ResponderEliminarNo en el hombre malhumorado, sino en el agradecido. Agradecida de pisar este otoño que casi agoniza y de oír el tris de las hojas al pisarlas y de respirlo y...esperando multiplicarlos.
Me encantó el relato. La vida misma...
Besos
Ay Teresa... La certeza de lo último no deberíamos tenerla por saberlo, deberíamos pisar con alegría cada calle, saborear cada momento de la vida, pero somos más como el hombre de 77 años, malhumorados, que como este último personaje que nos deja la sonrisa y la certeza de que debemos ser más como él.
ResponderEliminarBesos, gran relato!!!
Hola amiga mía, ya te he contestado en mi blog. Si estás interesada en el décimo de lotería, me lo dices y te lo consigo yo. Me dejas tu correo en mi blog y ya hablamos. Gracias por todo. Un abrazo fuertote.
ResponderEliminarQué bien has captado esas dos actitudes ante la vida, Teresa. Y es que todo depende del color del cristal con que se mire.
ResponderEliminarEncantado de leerte, maestra.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Maravilloso relato de actitudes y aptitudes.
ResponderEliminarTe echaba de menos.
Un abrazo.
Siempre hay más a nuestro rededor de lo que podemos ver, las bellezas ocultas, tal vez tras esas hojas ocres, nos pasan por el lado acxompañando la prisa y el mal humor.
ResponderEliminarBuen relato que invita a la reflexión.
Como siempre un placer Teresa, haces magia con tus relatos.
Un beso
Como decimos en mi pueblo. "hay vidas más baratas pero
ResponderEliminarno son vidas ni ná"
Muy bien enclaustrada cada una de las actitudes para
afrontar la vida.
Muy bueno y aleccionador.
Un saludo y vive siendo feliz.
Hola Teresa has descrito a la perfección la vida de muchos ciudadanos en su día a día. Sobre todo con personas ya jubiladas y de cierta edad, ya que por muy bien que se conserven son muy dados a visitar al médico. Además lo has contado a la perfección lo que vivimos en está estación del año, y lo que se percibe en las calles de cualquier pueblo o ciudad. Me ha hecho gracia aunque gracia no tiene ninguna lo de los mareos de este hombre, porque yo de las cervicales también los padezco. Que siga todo bien.
ResponderEliminarBesos maestra.
Teresa,me alegro mucho de verte de nuevo...Siento tu vitalidad y tu mirada clara sobre la realidad.Efectivamente nosotros mismos nos hacemos la vida más fácil o más difícil,depende de la imaginación y la paciencia,que pongamos...Quizá todo consista en alzar el vuelo y mirarlo todo de diferentes formas...
ResponderEliminarMi gratitud por tu presencia y mi felicitación por ese amor a las letras,que nos llega siempre,compañera y amiga.
FELIZ NOCHE,TERESA.
M.Jesús
Precioso, digno de tenerlo muy en cuenta.
ResponderEliminarDos actitudes tan diferentes. El segundo si que sabe.
Besitos, feliz noche
Es la diferencia entre ver el vaso medio lleno o medio vacío. Real como la vida misma. Me identifico con el positivismo. Bastante negativo nos llega sin buscarlo como para crearlo nosotros mismos. Besitos.
ResponderEliminarHola Teresa!!!!
ResponderEliminarExcelentes relatos de un mismo hecho, qué diferente se ve, cuando la persona tiene una actitud positiva de la vida que lleva, me quedo con el segundo, ya me gustaría a mi sentir de esa manera...los otoños!!!!
Mi enhorabuena por hacerme oler las hojas!!! ;)
Un fuerte abrazo!!!!
Hola Teresa.
ResponderEliminarCuando puedas me dejas tu correo en mi blog y hablamos. Gracias por todo y un abrazo.
Tus relatos como siempre calan hondo Teresa. Hacen pensar.
ResponderEliminarUn beso.
Como siempre un estupendo relato con mensaje que llega, un reflejo de la vida cotidiana.
ResponderEliminarMe alegro mucho por tu regreso, ya te echabamos de menos.
Un beso grandote
Creo que la síntesis es la vida misma y nuestra manera de encarar de manera positiva.
ResponderEliminarTus personajes son muy reales, perfectamente enfrentados, dos puntos de vista muy bien diferenciados.
Teresa no haz regalado un concepto de vida muy particular.
Gracias maestra.
Un abrazo.
Teresa:
ResponderEliminarUn excelente relato.
Doy fe de las diferentes maneras en que la gente afronta la enfermedad: en mis nueve años consecutivos de hemodiálisis vi de todo...
Te deseo lo mejor de lo mejor, como siempre.
Un beso.
¡Hola Teresa!
ResponderEliminarMe encanta este relato: lo has plasmado fenomenal y también abrazando siempre el sentimiento y la ternura con que nos tienes acostumbrados, eres fantástica con tus letras. Mi enhorabuena.
Son escenas de la vida misma del otoño -de nuestro otoño.
Es así tal cual, como esas últimas frases que me quedo con ellas: saborear con animo y entusiasmo, más despacio cada minuto de vida qué quede.
Puede que haya un día de negros nubarrones, pero si al otro día sale el sol, yo también cojo mi mochila y sonriendo salgo a caminar y veo la vida de otro color olvidando lo que me duele.
Gracias Tere, por compartir tus preciosas letras que son como un relax para el alma. Y gracias también por acercarte a mi huerto.
Te dejo mi cálido abrazo y mi estima siempre.
Se muy feliz.
HOLA TERESA
ResponderEliminarMARAVILLOSO RELATO QUE NOS MUESTRA LA FORMA DE ENFRENTAR UNA DOLENCIA, EXISTEN PERSONAS POSITIVAS. HAY QUE PENSAR QUÉ HARÍAMOS NOSOTROS FRENTE A SITUACIONES LÍMITE. ES TODO UN TEMA...
BESOS
Además de un montón de besos, os dejo mi agradecimiento por vuestra cercanía y esas maravillosas palabras que me alimentan.
ResponderEliminarHasta la próxima, mis queridos amigos.
Dos formas de tomarse la vida ... pero el resultado es el mismo. El presente es lo que importa.
ResponderEliminarbssosss
Hola Teresa has regresado con todo.
ResponderEliminarVivimos tan de prisa que a veces no sabemos disfrutar la vida. El enfermo lo aprendio
Un abrazo
Un excelete retrato de la vida de un anciano en un deprimente día y en la siempre preocupante consulta médica.
ResponderEliminarFeliz fin de semana.
Un abrazo.
Distintas formas de mirar la vida...
ResponderEliminardistintas formas de vivir los minutos que la vida nos regala...
o nos arrebata...
Ya mismo llenaré yo mis tiempos libres con vuestra compañía...Los enfermos no mejoran y la vida tiene que seguir su caminar.
Gracias por tu felicitación y un gran abrazo.
Hola, Teresa:
ResponderEliminarOjalá siempre pudiéramos tener una actitud tan bonita como la del segundo hombre del relato, para qué amargarnos la vida siendo tan corta y fugaz.
Un abrazo.
Que gran reflexión nos traes hoy sobre la vida. Yo últimamente le doy muchas vueltas a la actitud de las personas... y la fugacidad
ResponderEliminarBesos
Minha querida Teresa,
ResponderEliminarSou sua mais nova amiga virtual, prazer!
Sua alma de poeta cativou meu coração que vagueia pelos versos insanos...Que belo relato!
Me tornei sua seguidora.
Seu blog é divino!
Parabéns!
Beijos salpicados de estrelas e miosótis,
Martha
me visite:
http://ternuraantiga.blogspot.com.br
terei muito prazer em receber vc!
Ou tente assim: coloque na busca do Google:
blog ternura antiga de Martha Marquez e depois me conte, ok?
Hola Teresa, es muy cierto lo que narras en tu entrada. La actitud ante una misma causa, varia mucho de quien se cruce en nuestro camino, y mucho más si es por una enfermedad. Yo tenía un médico, Don José, que con solo decirte siéntate, y cuéntame, de veras que te sentías acogida ya, y confiabas en él plenamente, y muchas veces, la mitad de la curación, ya estaba hecha, él lo conseguía con sus palabras.
ResponderEliminarUn abrazo, y continua sembrando chispitas de luz.
Mil gracias por estar siempre.
ResponderEliminarUn beso grande a todos.
¡¡Zuuuuuuuuuuuuuuuuuuups!!
ResponderEliminarQue gusto es poder de nuevo leerte querida amiga, ese otoño de hojas secas cubriendo el suelo, y aptitudes diferentes ante lo irremediable del paso de la vida.
¡¡Gracias por ser como eres... me encantas!!
Un beso muy grande y hasta la vuelta, de la brujita amiga MORIMÓ.
Mi querida Teresa... Qué gran manera de hacernos pensar! Me ha encantado leer esta reflexión. Me gusta, como no, el último paciente, tan paciente, tan buena gente.
ResponderEliminarUn abrazo gordo y lleno de cariño.