DOS SOMBRAS
Ella siempre
soñaba,
que pintaba de
dorado los planetas,
dibujaba pestañas
a la luna,
y trenzaba la
estela de los cometas;
y así, cuando la
realidad
la ataba a su fría
silla,
la miraba risueña,
sabiendo que la
imaginación,
siempre deja
puertas abiertas,
y la suya era tan
grande,
que en ella
olvidaba las penas.
Ella siempre
soñaba,
que daba vueltas y
vueltas,
se engalanaba de
lluvia,
y se bañaba en la
tierra;
y así, cuando el
dolor
irrumpía en sus
piernas
las cubría de
verde tela,
y mientras sus ojos
se asomaban
a las blancas
azucenas,
su corazón
escribía versos,
y sus manos, bellos
poemas.
Ella dejó se
soñar,
un día de
primavera,
cuando un rayo de
sol
llegó a su blanca
silueta,
y sus ojos vieron
la mía,
negra, opaca, y
quieta.
La pesadumbre se
apoderó de su alma,
y su mirada quedó
absorta;
comprendió de
repente
que ambas éramos
sombras,
yo, plegada y
callada;
ella, maltrecha y
rota.
Somos prisioneras
del olvido.
Renglones torcidos
en un mundo
enmudecido.
Somos al fin y al
cabo,
dos páginas de un
mismo libro.
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