EL PENSAMIENTO (LAS LUCUBRACIONES DE
D. IGNACIO)
D. IGNACIO)
–¿Qué
tal la siesta D. Ignacio?
–Pues no sé que
decirte. He descansado, pero al despertar me he llevado un desengaño.
–¿Por qué? ¿Ha
dormido menos de lo que esperaba?, ¿o más?
–¡Qué va Esther! No
va por ahí la cosa. Verás, normalmente mientras nos adentramos en
el mundo onírico, nuestra mente se libera de las pequeñas o grandes
preocupaciones que nos atan a la realidad. Entonces los pensamientos
y la imaginación vuelan juntos. Es en ese momento cuando las ideas,
por lo menos en mi caso, aparecen en escena.
–Pues
supongo que estará a rebosar de ellas... ¡con las siestas que se
echa! –dijo Esther en tono jocoso.
–Si
y no, ya que suelen desaparecer al despertar, y no me acuerdo de
ellas; pero me he buscado un truco.
–¿Y
cuál es?... si se puede saber.
–La
cuestión está en escribir todo en la libreta que tengo en la
mesita.
–Eso
está muy bien ¿Entonces la tendrá llena de notas?
–¡No
tantas como quisiera!, ya que Morfeo suele ganarme por la mano, y
nunca mejor dicho; pues me entra ¡tal pereza! en estirar la mía,
que normalmente se queda en un intento del “medio consciente”...
pero esta vez creo que lo he conseguido.
–¿Lo
tiene apuntado? ¿De qué se trata? ¿De un cuento?, ¿un dicho?... o
¿acaso un poema?
–Se
trata de una reflexión. “La
poesía está en la vida misma. Solo hace falta ojos para verla y
corazón para sentirla... ¿Escribirla?... eso ya es trabajo de
poetas”.
–Muy
bonita D. Ignacio.
–No
Esther... muy triste. Me he dado cuenta que yo no soy poeta.
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