Km.
112, Km. 113, Km. 114... Pasaban los kilómetros, pasaban los
carteles publicitarios, pasaban las farolas... todo pasaba. Ahora
allí... ahora aquí... ahora atrás. Cuanto más avanzaba por la
carretera, más pensaba en el futuro, que pronto se haría presente,
y rápido pasado.
En
todos sus solitarios viajes como agente comercial, siempre terminaba
pensando en lo mismo: el correr del tiempo. Tenía 29 años, separado
y -como los marinos- con un ¿amor? en cada ciudad. Pero su vida
estaba vacía. La vivía como una marioneta. Antes la dirigía su
mujer, ahora su jefe y luego... ¡quién sabe! La cuestión es que
el tiempo pasaba, la existencia transcurría monótona y lo más
gracioso, es que quizás en el futuro anhelara volver atrás.
Tenía
tanto miedo de envejecer y acabar solo, que a veces se imaginaba con
80 años, sentado en una silla de ruedas y rodeado de gatos; entonces
cerraba los ojos y deseaba volver a tener 29; luego los abría y
decía, “deseo cumplido”. De esta manera veía la vida de otra
manera, aunque solo fuera por poco “tiempo”.
Llamó
su atención la indicación de desvío en 1000 metros, del siguiente
pueblo. “Que curioso, ¿de qué me suena el nombre?” –pensó–.
Era la primera vez que pasaba por esa autovía y no tenía clientes
en la zona. 500 metros para la bifurcación, y sin saber porqué,
puso el intermitente y desplazó el coche al carril derecho. Una
subida, una rotonda y en quinientos metros entró en el pueblo.
Casas
nuevas y viejas se unían en una amalgama de colores. Recorrían las
fachadas desde el blanco al naranja, pasando por el amarillo y el
ocre. Miraba desde la ventanilla el caminar sosegado de sus
habitantes y visitantes. Era como volver al pasado. Había algo en
ese entorno medio rural, medio urbano que atraía su presencia
mientras su mente luchaba por ¿recordar?, ¿revivir? Toda su vida
la había pasado en Madrid; y los veranos, también. Solo conocía el
ambiente “campestre” por alguna que otra escapada planificada por
su “ex”.
Guiado,
quizá por su experta conducción, giró a la derecha y aparcó
rápidamente en un espacio hecho a la medida para su todoterreno.
Callejeó distraído y sin prisa durante un cuarto de hora, con la
convicción y extrañeza de haber pisado esos viejos adoquines.
Admiraba las vigas y columnas de madera que decoraban los soportales
como si fueran antiguos amigos. Incluso algunas personas con las que
se cruzaba le resultaban vagamente familiares. Al llegar a la plaza
del pueblo, sus ojos y luego sus pasos se encaminaron hacia una
taberna situada al lado del Ayuntamiento. Un gastado cartel indicaba
el nombre del establecimiento: Bar Genaro. “¡Vaya! Mi nombre en
un rótulo” –pensó con sorna–.
Una
vez dentro, recorrió con los dedos la dorada barra que avanzaba
sujeta al blanco mostrador. Tomó el último taburete y sentándose
en él, pidió una cerveza al laborioso camarero.
–Aquí
tiene... para acompañar –dijo el hombre, situando un pequeño plato
con aceitunas junto a la bebida.
–Gracias –respondió Genaro.
–¿Qué
le ha traído hasta este pueblo? ¿Turismo? –preguntó el camarero
mientras secaba una taza.
–Si, y
no. La verdad es que... no sé porqué me he desviado de mi camino,
y ahora que estoy aquí, es como si lo conociera.
–¿No
ha estado nunca? ¿Ni de pequeño?
El
camarero miraba hipnotizado cómo Genaro pinchaba las aceitunas de
tres en tres y dirigía el pequeño palo repleto hacia la boca, para
luego retirarlas con los dientes una a una.
–Que
yo sepa, no. He nacido y crecido en Madrid. Ahora por cuestiones
laborales me muevo bastante, pero jamás he pasado por esta zona.
–Pues
eso si que es interesante. A lo mejor lo ha visto en algún reportaje
de la tele.
–No
sé... quizá. Porque otra explicación... no encuentro.
Genaro
miró el cartel donde figuraba el menú del día, y apurando la
cerveza decidió quedarse a comer.
Las
tres de la tarde y en el televisor comenzaban los informativos.
–Ángel,
me trae un café, por favor –dijo Genaro sin quitar la vista de la
pantalla.
El
camarero se acercó con lo solicitado.
–¿Está
seguro que nunca ha venido por aquí?–-comentó un poco asombrado.
–Si.
¿Por?...
–¿Y
cómo sabe mi nombre, si no se lo he dicho? –preguntó Ángel.
–Ni
idea. Me ha salido, sin más. Tal vez alguien le ha nombrado y me he
quedado con él.
–No
se... –dijo el camarero dudando–. Usted es un poco raro. No ha venido
nunca por aquí, pero le suena el pueblo; no me conoce, pero sabe mi
nombre...
–Pues
no sé que decirle. Yo estoy tan desconcertado como usted.
–Y
además, tiene una manera de coger las aceitunas similar a... la de
alguien que conocí.
–¿Y
qué tiene de extraño? Muchas personas tenemos costumbres similares –dijo Genaro sin dar mayor importancia–. ¿Era algún allegado?
–...
el hijo del dueño.
–¿Y
dónde está ahora? ¿A ver si resulta que le conozco?
–No lo
creo. Falleció hace 29 años.
–¿29?
¡Qué casualidad! Los que yo tengo.
–¿Que
tiene usted 29 años? –añadió el camarero sorprendido.
–Sí.
Recién cumplidos.
–Déjeme
adivinar. ¿El 25 de Mayo?
–¡Sí!
¿Cómo lo ha sabido?
–... y
¿no se llamará Genaro?... sería mucha coincidencia...
–Pues
sí... pero sigo diciendo que... ¿cómo lo sabe?
–Porque
ése era su nombre y la edad que tenía... cuando falleció –dijo
Ángel apesadumbrado.
–Cuánto
lo siento. ¿Cómo murió?... si no es indiscreción.
–En un
accidente de coche. Exactamente a las once y cinco de la noche. Lo
tenemos muy grabado las personas que lo conocíamos... y le
queríamos.
Ahora
el sorprendido era Genaro. Él había nacido en un coche camino del
hospital, exactamente a las once y cinco de la noche.
Una Historia llena de intriga y misterio. Un cuarto milenio a la carta. Me ha dejado estupefacto y preguntandome si no será verdad que cuando surgen situaciones, momentos, imagenes... sucesos que hemos pensado o recordado antes y posteriormente se producen.
ResponderEliminarEstupenda Historia, Teresa.
¡¡¡Gracias!!! Por tu comentario en mi Poesía "Negri" Me ha encantado tu Poesía. Es Preciosa.
Desde este momento me hago seguidor de tu blog, que es un estimulo para los sentidos, lleno de sensualidad y ternura.
Un abrazo, Teresa.
Gracias Pedro Luis, ha sido un placer leerte.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado mi relato.
Recibe otro abrazo.
Hola Teresa, muy buen relato, con intriga y que final!!!
ResponderEliminarUn abrazo
¡Hola Lapislazuli! Gracias. Me alegro que te haya gustado. Yo sigo pendiente de tu "premio nacional de pintura"
EliminarBesos.
Tus relatos enganchan, Teresa. Intriga y un buen desarrollo.
ResponderEliminarBesos
¡Gracias Verónica! Se hace lo que se puede, pero realmente me gusta escribir (y leer) este tipo relatos.
EliminarBesos.
Me gustó mucho tu cuento...y, sinceramente, me dejó pensando. Besos. haydée
ResponderEliminarGracias Haydée. Es que la reencarnación es tema para pensar mucho, y muy despacio.
EliminarBesos.
Teresa, que intenso, interesante, misterioso¡¡¡
ResponderEliminarSi yo creyera en la reencarnación....quisiera hacerlo en un cachorrillo en brazos de una niña....
Grandiosa¡¡¡ Como siempre.
Un besote.
¡Hola Niebla! A mi tampoco me importaría ser un perrito, y en brazos de esa niña que fue y es maravillosa.
EliminarBesos.
Cada ves que vuelvo me sorprende es un place leerte,atraes con lo que escribes..
ResponderEliminarGracias por tu visita
Un abrazo
Gracias a ti mardelibertad, por tu visita, tu lectura y tus palabras.
EliminarBesos.
Ya voy leyendo varios trabajos tuyos Teresa, pero este relato, en particular, me atrapó desde el principio y en su final, me causó escalofríos, (no muchas cosas me causan esa sensación) lo vas llevando tan bien, que el lector logra situarse en el mismísimo lugar, a la hora exacta; si hasta creí imaginar las facciones de sus rostros al conversar...increíble!
ResponderEliminarRealmente mis felicitaciones Teresa, destacado tu trabajo, un verdadero placer.
Abrazos!
¿Qué tal Movisi?
ResponderEliminarPues entonces es un honor que mi relato te haya provocado escalofríos, sabiendo que son tan escasos jejeje.
Gracias por tu lectura.
Besos.
Un placer leer tu relato amiga Teresa.
ResponderEliminarLa vida es así, nadie sabe donde nacerá en un momento dado, nacemos donde el destino quiere que nazcamos ...
Gracias mil de corazón por ser y estar en mi vida bloguera.
Besos de MA.
El blo de MA.
El placer es mío Ma.
EliminarEl destino es el dueño de nuestras vidas. Al final siempre es, lo que determina.
Besos.
HOLA TERESA
ResponderEliminarINTENSO RELATO, FUERTE, CONTUNDENTE... CON UN FINAL ESTUPENDO PROPIO DE LOS GRANDES ESCRITORES Y DE QUIEN MANEJA A LA PERFECCIÓN EL ARTE DEL BUEN DECIR... DE LA ESCRITURA.
BESOS
ME ENCANTÓ.
PD ME ALEGRO QUE TE HAYA GUSTADO EL REGALITO.
CARIÑOS
¡Hola Luján!
ResponderEliminarSobrealimentas a mi ego con tus palabras, y eso no es bueno... a ver si al final le voy a tener que poner a dieta jejeje.
Gracias sinceramente por tu regalo. Me encanta tu amistad.
Besos.
Si bellos son tus poemas, tus relatos son de una intensidad tal que te atrapan desde la primera linea hasta llegar a la perfección final. Digno de una gran escritora.
ResponderEliminarBesos
Me siento muy halagada con tus palabras José Manuel. Se agradecen de corazón.
EliminarBesos.
Muy buen cuento fantástico. Es una de esas historias que te atrapan durante su lectura y siembran tu mente de posibles desenlaces y de asociaciones con otros relatos del género, conocidos previamente.
ResponderEliminarGracias por tu halago. Me alegra que te haya gustado.
ResponderEliminarBesos.