Ya
no llueven mariposas,
en
el tálamo ensombrecido;
y
en el mármol blanco de su letargo,
solo
anida el vacío de mi existencia.
Llamo
a gritos a la dama negra,
que
orgullosa mira para otro lado;
mientras
las olas de mi pesar
imploran
su compasión...
prefiere
secar otros pastos con su aliento,
que
asfixiar los rojos ríos que agonizan en mi bruma.
Hoy
de nuevo abro los ojos,
y
llego a la conclusión
que
no hay madrugada para mi.
Mi
única opción es cerrarlos con premura,
y
esperar al mañana...
quizá
entonces pueda ser.
Si la dama negra ha pasado de largo, mejor.
ResponderEliminarSiempre hay que buscar la salida, siempre.
Triste poema, Teresa.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Ojalá nunca mirase, pero a veces las campanas suenan a muerte, aunque ella no esté.
ResponderEliminarGracias por tu paso. Un abrazo Mos.
He pasado por casualidad por tu blogs y me ha encantado.Un poema precioso. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por tu comentario Maruja. Es un placer tu visita.
ResponderEliminarRecibe un cariñoso abrazo.
Me ha parecido un poco triste, pero como siempre tus versos tienen una gran intensidad, llegan al alma.
ResponderEliminarBesos
Sí es triste, pero cuando uno se siente deprimido los pensamientos y deseos no suelen ser muy alentadores.
ResponderEliminarGracias por tu lectura.
Besos.
¡Teresita! A la dama negra ni acordarse. Hermoso y profundo poema, pero demasiado triste. Espero que no sea exactamente tu estado de ánimo.
ResponderEliminarExactamente no, si bien es verdad que cuando lo compuse estaba preocupada por un tema familiar. Pero “si tus males no tienen remedio, para qué te quejas; y si los tienen, por qué te quejas”.
ResponderEliminarUn abrazo.