Sentada
en su mesa de trabajo, notó la mirada de su marido, y ella se la
devolvió como una cría enamorada.
Ayer
celebraron su aniversario. “Por
la mañana recibió una rosa y una cita redactada en verso. Llegó al
restaurante del hotel ciertamente nerviosa, como si el encuentro
fuera con un desconocido. Le siguió el juego; aunque no necesitaba
de este halo misterioso para desear con ansia su encuentro. Acomodado
de espaldas a la puerta, lo vio girarse como si barruntara su
presencia. Sus ojos se cruzaron y en un apresurado segundo, se
dijeron todo. Si la cena fue fascinante, la noche resultó indeleble.
En la habitación la sedujo como la primera vez. No había adjetivos
que calificasen la cascada de sensaciones que recorrió su cuerpo.
Desnuda sobre las sábanas; sintió esa ternura afable, esa
galantería descarada y esa pasión desenfrenada, que demostraba en
cada encuentro. Sería la diferencia de edad, o su tránsito mundano,
mas no paraba de sorprenderla en cada momento”.
Volvió
a mirarle y él hizo un guiño sugerente. De pronto sintió que algo
no iba bien. Un escalofrío recorrió su cuerpo, una angustia inundó
su garganta y su corazón se estremeció. Dicen que cuando la sientes
pasa la vida ante los ojos. No sabía si sería verdad, pero sí que
era Ella, y acababa de llegar.
Con
la mirada perdida visionó su primer encuentro. “Afianzada
en su recién estrenada silla de recepción, lo vio pasar altivo, con
una pizca de distinción. Paró en seco y con una sonrisa radiante le
dio los buenos días. Ella ruborizada a la vez que encandilada,
devolvió el saludo”.
Escuchaba
un sinfín de ruidos que no podía, ni quería identificar; su mente
seguía en aquella época feliz de su vida. “La
invitaba al cine, con una rosa y una poesía. Paseaban junto a
cristaleras que devolvían la imagen de su talle amarrado y su cara
embelesada. Descansaban exhaustos del copioso amor consumido”.
Ahora
eran voces, que iban y venían. Unas más altas, otras demasiado
bajas. Murmullos lejanos, o ¿era el viento removiendo las hojas
caídas? No importaba, “era
el día de su boda. El vestido un poco atrevido, pero los ojos de él
brillaban entusiasmados y llenos de inconmensurable adoración.
Estaba ansiosa porque llegase la noche. No añoraba las horas de amor
vividas, pues sabía que quedaban muchas, largas y eternas; llenas de
caricias incontroladas, abrazos fundidos y besos apasionados”.
Alguien
cerró la ventana y el sonido de una ambulancia dejó de escucharse.
Había gente, la sentía a su alrededor. No entendía nada. “Acababan
de nacer los gemelos. Dos rosas y dos poemas; es lo primero que vio
cuando abrió sus ilusionados y cansados ojos. El se los leyó con
tanta ternura y tanto amor, que una cautelosa lágrima se deslizó a
escondidas por su sonrosada mejilla”.
“Ahora
estaban en París. ¡Las bodas de plata y se comportaba como si
acabaran de conocerse! Bajo la torre Eiffel le susurró nuevamente al
oído, aquellos versos que un día compusiera para ella: Contigo me
encuentro bien, sin ti no duermo, a tu lado soy feliz, lejos de ti me
muero”.
Ya
no oía nada. No había ambulancias, ni voces. Todo silencio. Notó
una mano en su hombro y una voz cálida, amable, ahogada.
-Lo
siento, ha muerto.
Teresa, impresionante¡¡¡
ResponderEliminarMe he quedado sin palabras...
Como escribes¡¡¡
Gracias por ser mi amiga.
un beso.
Gracias a ti por ser así... una buena persona con nobles sentimientos.
ResponderEliminarBesos.
Un hermoso relato, aunque termina triste, no digo final porque un amor asi no tiene final, solo temrina el relato. Un abrazo
ResponderEliminarRealmente es muy triste, y más sabiendo que está basado en un hecho real que ocurrió en mi entorno laboral.
ResponderEliminarGracias por tu paso.
Besos.
Teresa ,me encanto,dos veces lo leí, final triste un comienzo hermoso, una bonita historia de amor...
ResponderEliminarAbrazo
¡Hola mardelibertad!
EliminarMe alegro que te gustara la lectura de este breve relato. Hay tantas historias de amor con final triste.
Gracias por tu visita.
Besos.
Triste pero muy cálido a la vez, Teresa.
ResponderEliminarMe ha gustado la composición de la trama; ese narrador omnisciente que entra y sale al exterior y al interior de ella.
Una vez más se da el caso que la realidad supera a la ficción.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Gracias por comentar tu sentir Mos. La mente a veces no asimila la realidad, e inventa o regresa a una situación placentera, dejando para un futuro la aceptación, o no, del suceso que la ha conmocionado.
EliminarBesos.
La vida misma...
ResponderEliminarLa vida, compuesta de momentos extremos en lo bueno y, desgraciadamente, en lo malo.
Buen relato
Besos
Así es la vida, generosa y cruel. En un instante te arrebata lo más querido.
EliminarGracias por tu paso Trini.
Besos.
Toda una vida narrada en poco espacio, Teresa.
ResponderEliminarSe intuyen sus vidas.
Imagino el vacío que debió dejar.
Besos
El vacío que deja un trágico final a una verdadera historiad de amor, hace que la vida sea más pesarosa; pero dicen que de todo se sale, supongo que con el tiempo sería así.
ResponderEliminarGracias Verónica.
Besos.
Hola Teresa ,Principio y fin de un gran amor de pareja... almas gemelas encontradas en esta vida y que no muere vive en el corazón del alma del mundo.
ResponderEliminarUna rosa y un poema hermoso y triste es tu genial texto pero la viva tiene principio y final , menos el amor que es eterno.
Besos de MA.
El blog de MA.
¡Hola Ma! Bonitas las palabras que me dejas.
EliminarGracias. Recibe un beso enorme.
Una preciosa historia de amor que es tocada por la muerte. La vida es asi, tan maravillosa como cruel. Pero el amor verdadero no muere nunca, esa energía sobrevive eternamente. Me ha gustado mucho la historia y como la has contado. Un bessito
ResponderEliminarGracias por tus palabras Men. Así es... murió la vida, pero no el amor.
EliminarBesos.
Todas la bellas historias de amor tienen un final, lo importante es que hayamos podido disfrutar de los buenos momentos y el tiempo no cure las heridas que dejan los malos. Interesante relato.
ResponderEliminarBesos
¿Qué tal José Manuel? Gracias por tu paso.
EliminarHay que dar tiempo al tiempo; es el único que puede sanar.
Besos.