Lo
veía sentado en el porche de su casa, solitario, perdido en el
tiempo, y con una expresión profundamente triste. Otras seguía
sentado, solitario, perdido entre el humo de su cigarro, y con una
sonrisa placentera. ¡Qué contradicción de semblantes! No paraba de
darle vueltas cada vez que me asomaba a la ventana. La única
diferencia entre ambas secuencias casi clónicas, era el humo. “¡Ya
está! ¡Este tío se coloca!”.
–Muy
triste –dijo mi padre situándose a mi lado, frente a la ventana–.
Su mujer falleció hace dos meses y lo único que le alegra un poco,
es la marihuana.
El
desconcierto que hasta ahora me habían provocado estas escenas, y el
encogimiento de alma cada vez que miraba a su protagonista, se
transformaron rápidamente en desconfianza, y después en recelo y
aprensión. Yo acababa de volver de “Erasmus” y presentía que
iba a ser un comienzo de verano bastante agitado, como así fue, pues
nadie sospechaba que habitaba un asesino entre nosotros.
CAPITULO
UNO – LA MIRADA DE ERNESTO
Hacía
ocho meses que Ernesto se instaló en ese adosado, junto a su esposa
Elena. El poco tiempo que coincidí con ellos, siempre me parecieron
una pareja muy singular. Ella era una persona de aspecto pizpireto y
muy extrovertida, por lo que pronto congenió con la gente. Él
aunque sociable igualmente, su desenvoltura moderada poseía un
trasfondo que no sabría describir.
Cada
mañana salía con sus desgastadas zapatillas de paño generando
pasos arrastrados, cortos y lentos. No importaba que hiciese calor,
él las llevaba constantemente. También acostumbraba a transportar
un carrito de compra, que paseaba a diario en sus idas y venidas.
Daba pena verle así, y más considerando el triste acontecimiento
ocurrido tan recientemente en su presumible vida rutinaria.
A
las diez en punto recibía la visita diaria de su vecina Rosalía,
que le llevaba panecillos calientes. Así era desde que se
conocieron, ya que ésta, viuda hacía ya ocho años, encontró
compañía y amistad en la pareja. Por eso cuando falleció Elena, la
relación con Ernesto se hizo más obligada y habitual, quizá para
debilitar la amargura que sentían.
Sobre
las once se ausentaba un par de horas para efectuar la compra diaria.
Esta actividad, implantada más bien por distracción que por
necesidad –según le comentó a mi madre–, aliviaba las largas
horas diurnas. Las noches pasaban rápido gracias al “orfidal”
que tomaba desde que aconteció el óbito de su esposa –o por lo
menos eso difundió por el barrio.
Una
noche que apenas podía dormir por el calor, me acerqué a la ventana
para averiguar si el aire exterior era más cálido que el sofocante
que circulaba dentro de mi habitación. Sería la una de la
madrugada, y para mi sorpresa, vi como Rosalía abría discretamente
la puerta. Ernesto pasó con premura. “¡Vaya con el viejo!, parece
que ni duerme tanto, ni es tan “lento””. Permanecí fisgoneando
un cuarto de hora. Aburrida, decidí bajar a la cocina para tomarme
un vaso de leche fresca... con galletas. ¡Otro de mis desvelos!: el
hambre. Conecté el televisor, y cuando quise darme cuenta, estaba
enganchada a un programa “no infantil”.
Con
el morbo dando vueltas, miré de nuevo por la ventana antes de
iniciar mi intento de entrada en “el país de Morfeo”. La luz del
dormitorio de Rosalía se encendió y apagó en cuestión de dos
segundos, y una sombrá rápida se evaporó ante mis ojos. Seguí
expectante unos cinco minutos, pero no hubo más movimientos fuera de
lo normal. “¡Buenas noches, parejita!”.
Ese
jueves me levanté más cansada de lo que me había acostado. Me
preparé un buen desayuno y decidí tomarlo tranquila en el
“mini–jardín”.
–¡Buenos
días mamá! –saludé dándole un beso.
–¡Hola
hija!
–Al
suelo “Mafi” –dije bajando a la gata, acomodada en la silla.
–¿Has
descansado? –preguntó mi madre dejando a un lado la revista de
“cotilleos”.
–No
creas. Anoche hizo mucho calor y casi no “pegué ojo”... como
supongo tampoco lo harían los vecinos –dije señalando con la
cabeza, primero hacia la casa de Ernesto y luego hacia la lindante de
la izquierda.
–¿Y
eso? –añadió mi madre sorprendida.
–Porque
más o menos a la una, entró “el vecino, en casa de la vecina”
–contesté con retintín–. Tú ya me entiendes.
–Eso
no puede ser –replicó mi madre–. Nunca les he visto una actitud
fuera de lo normal como para suponer que pueda existir algo entre
ellos, y menos a estas edades. ¡Por favor! ¡Que él tiene 80 años!
–Parece
mentira que te asombres de una cosa así. Tú que estás a la orden
del día en amoríos de famosos, verás que los años no influyen
para tener una relación “no solo de amistad”.
–¡Ya!,
pero precisamente en ellos... no me cuadra. ¡Qué quieres que te
diga! –dijo mi madre bastante reticente–. Además, ya sabes que
quedó viudo hace poco, y el pobre lo está pasando muy mal.
–¡Oye!
¡A lo mejor estaban liados antes de...
–¡Anda!,
deja de decir tonterías –replicó un poco ruborizada–. Lo
que me sorprende es que Rosalía no haya pasado hoy como de
costumbre, y eso que son cerca de las once.
–¡Ves!
Es por la “juerga” de anoche. Seguro que estará agotada.
–¡Mira!,
es Ernesto. ¿Le pregunto por ella? –comentó bastante indecisa.
–¡Pues
claro! Tu normal... como si nada –dije animándola.
Bajó
los cuatro escalones empedrados que desembocaban en el mini–camino
que daba a la mini–puerta de entrada... o salida.
–Ernesto,
¡buenos días! –saludó.
–¡Ah,
Carmen! ¡Buenos días! –contestó desde la acera de enfrente.
–Hoy
no he visto a Rosalía ¿Sabes si está enferma? –preguntó mi
madre con tono preocupado.
–¡Qué
va! Ayer dijo que hoy iba a pasarlo con su sobrina, y como la
residencia queda un poco lejos, ha preferido madrugar –explicó
cruzando la calle.
–Entonces
hoy te has quedado sin panecillos.
–¡Qué
le vamos a hacer! La verdad es que los echo de menos cuando no me los
pasa. ¡Esta mujer me ha acostumbrado muy mal!
Estuvieron
charlando unos diez minutos. Hablaron del tiempo, de las escapadas de
mi gata, y del paso de peatones que el vecindario había solicitado.
–Bueno,
tengo que dejarte. ¡Hasta luego Carmen... y compañía! –añadió
alzando la mano, a la vez que me dirigía una mirada que no supe
descifrar.
–No
sé –dije a mi madre cuando volvió a sentarse–. Hay algo en este
hombre que me produce desconcierto.
–Pues
es un hombre excelente. Como vecino... ningún problema, y como
persona... te diré que dedica parte de su tiempo a la ayuda de gente
necesitada que no tiene hogar – manifestó mi madre orgullosa de la
calidad humana de Ernesto.
–No
sabía nada. Y ¿desde cuándo? –pregunté curiosa.
–Desde
que falleció Elena. Dice que es lo único que llena su soledad.
Bueno eso y fumar marihuana. Ésto último que quede entre nosotras
–dijo bajando la voz–. A tu padre le hace gracia, pero yo no lo
veo bien.
–¿Y
en qué consiste la ayuda? –pregunté obviando la opinión de mi
madre sobre la “hierba”.
–Colabora
con el centro para indigentes que hay en el pueblo. Sinceramente,
hace una buena labor social.
No
podía quitar de mi pensamiento esa singular mirada que me dirigió
al marcharse. Era como si estuviera advirtiéndome de algo. ¿De qué?
¿De que mantuviese en secreto sus devaneos?
Bueno a mí también me gustaría tener una de esas ventanas indiscretas y con buena visibilidad para ver que hacían personajes como Ernesto Y Rosalía y empaparme de como de que con eso de perder sus parejas, había entre ellos desahogo y "ñaca ñaca", sí o no, aunque claro el hombre ya está un poco mayor para muchas filigranas, pero bueno si se chuta de mariguana lo mismo todavía responde. En fin el asunto está muy interesante, ya veremos la segunda parte y el desenlace final. Excelente relato. Por cierto mí mujer también se toma orfidal para dormir, y yo algo muy similar, y aún y así dormimos fatal.
ResponderEliminarBesos Teresa.
Me parece que en el fondo eres un poco "voyeur" jejeje, como mi protagonista... y es que somos ¡tan cotillas!, o ¿es que nos invade el aburrimiento?. ¡En fin! paciencia que aún quedan unos pocos capítulos.
EliminarHoy en día ¿quien no tienen un orfidal o un lexatin en casa? Solo los que tengan la conciencia tranquila. jajajaja.
Besos.
Perdón Teresa quise decir "marihuana", no mariguana. "Que torpe me estoy volviendo señor; esto de hacerse viejo: mala cosa.
ResponderEliminarBesos.
Habrá que esperar a la siguiente entrega, Teresa... Y ya ando cavilando jajaja, que si será el que la ha matado, que si el sabe que ella ha visto algo que el ha visto...
ResponderEliminarBesos y buen fin de semana
Pues cavila cavila Verónica, que está bien eso de trabajar la mente jejeje.
EliminarBesos y buen finde igualmente para ti.
Que intriga¡¡¡No me gusta ese hombre...
ResponderEliminarCuéntalo pronto, que nos tienes en ascuas.
Besotes con cariño.
¿No te gusta? ¡Pobre ancianito! jajajaja
EliminarSubiré un trocito todos los días. No sé si me dará tiempo hasta el jueves que viene, que me voy una semanita de vacaciones. Ya veremos lo mala que soy jejeje.
Besitos
Este hombre, esconde algo seguro.
ResponderEliminarLos viejecitos, que quieren parecer indefensos son los peores, y me temo que este es de esa calaña.
Besos, muy buena noche...
¡Hola Verñonica! Es que hay viejos muy siniestros, muy negros... y otros muy verdes como el de tu poema jejeje.
EliminarBesitos y feliz sábado.
Teresa, gracias por tus palabras
ResponderEliminarya nos seguiremos leyendo
Un abrazo
Gracias a ti por tu sensibilidad y tus letras.
EliminarBesos.
Una auténtica intriga la mirada de ese hombre, su comportamiento, la noche, se supone, no tan loca. Verdaderamente estuve en vilo.
ResponderEliminarPor favor, no tardes en el segundo capítulo... Este ha sido Bárbaro.
Un abrazo, Teresa.
Gracias Pedro, siempre tan amable en comentarios hacia mis escritos.
EliminarA la noche subiré la segunda parte.
Besos.
Este segundo capitulo esta en suspense ...El abuelete se le fue la cabeza con el humo de la María y seguro lio un festival...
ResponderEliminarAbrazos blogueros de MA para ti Teresa.
Es que a los viejitos no les puede dar más allá de unos "celtas" jejeje (no sé si todavía fabricarán esta marca de tabaco, tan típico antes en las manos de nuestros abuelitos)
EliminarBesos Ma.
Intrigadita me tienes, yo quiero masssss.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, pero no quiero decirte nada de los personajes, las apariencias engañan. Son dos personas adultas y sin compromiso, la vida es dura a si que porque no hacerla un poquito mas llevadera con sexo y marihuana? jajaja solo les falta el rock.
Un bessito impaciente
jajaja ¡Quien sabe lo hace cada uno en la intimidad de su hogar! Lo mismo también bailaban rock antes de... jajaja
EliminarBesos Men.
Me quedo con las ganas y en mucho suspenso.
ResponderEliminarlos personajes son muy bien delineádos.
Abrazo desde Copenhague inundada de sol,
Ian.
Gracias Ian. Me alegro de tu lectura.
EliminarBesos desde Madrid, también con sol primaveral.
Que´buen trabajo Teresa!!!,
ResponderEliminarFelicitaciones, esto promete y aplaudo tu capacidad de estructurar narrativamente , cosa que mí me cuesta mucho jajaja
he copiado en word tu primera parte para hacérmela en papel tu Novela y así releerla con la calma mayor
besitos y luz
Feliz fin de semana
Gracias Elisa. Está muy bien tu idea. Creo que en breve publicaré esta novela corta junto con otros relatos cortos (quizá en primavera)
EliminarBesitos y buen fin de semana para ti también.
Vaya historia, me has dejado con las ganas de más, Teresa :)
ResponderEliminarEstaré esperando la continuación. Muy buena!
Besotes.
¡Hola Liliana! Pues allá voy con la segunda parte.
EliminarBesitos.
Qué bien escribes Teresa. Y de veras que engancha, porque ya estoy esperando la continuación. Besos.
ResponderEliminarGracias Campanilla. A ver si me lo voy a creer.
EliminarBesitos.
No creas que me he olvidado de ti, Teresa, :):):):):)Hoy he comenzado a leer tu novela y has conseguido que estemos todos expectantes de saber más. Todo un misterio por resolver muy bien hilado.
ResponderEliminarVoy deprisa a leer la segunda parte.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Pues ahí estamos Mos. A ver que pasa.
EliminarBesos.
Sin duda que esa mirada tenía un trasfondo que nos revelará un próximo capitulo.
ResponderEliminarBesos
A ver, a ver...
EliminarBesos Trini.
Teresa,he venido al principio del relato,muy interesante y a continuación avanzaré rauda hasta la página principal.
ResponderEliminarTe dejo mi felicitación por tu buenas letras y temas.
FELIZ SEMANA,AMIGA.
M.Jesús
Gracias por tu lectura y tus palabras.
EliminarBesitos.