CAPITULO
CINCO – EL ENCUENTRO
El
lunes acometí con ímpetu la acción que me había propuesto. Me
levanté a las nueve. Una ducha rápida. Desayune de pie una tostada,
mientras se terminaba de hacer el café. Dejé los dos cacharros en
el fregadero con agua, y me dispuse a salir disparada. Mi madre
charlaba con Enriqueta e Isabel, ambas situadas al otro lado de
nuestra mini–tapia de madera. No podía escabullirme formulando un
fugaz buenos días, como había sido mi primer pensamiento, pues me
pareció muy descortés no interesarme por Isabel.
–¡Muy
buenas! ¿Qué tal te encuentras? –pregunté, a la vez que le
pasaba una mano por el hombro y le daba un beso en la mejilla.
Verdaderamente
le tenía cariño. ¡Era tan dulce! Quedó viuda muy joven. Su hijo
era médico en Los Angeles, y este verano no iba a poder venir.
Estaba muy orgullosa de él, pues había sido ella –como siempre
decía– quién con su esfuerzo le había sacado adelante.
–¡Hola
hija! Mucho mejor –respondió–. Es que ha sido horrible, y tu
madre lo sabe. Encontrarla así... ¡pobrecita! –sollozó.
–Tranquila
Isabel. Ya verás como te repones poco a poco –dije animándola.
–Eso
espero.
–Si
mi madre hubiera tenido llaves, no te hubieras visto implicada.
Porque... tú eres la única del vecindario que tiene... ¿no? –dije
expectante.
–Así
es. Desde hace unos cuatro años. Un día se cayó en casa, y tuvo
que estar una hora en el suelo hasta que pudo pedir ayuda. Yo también
aproveché y le di una copia de las mías... por si acaso.
–Es
que para eso están los vecinos... para echarse una mano –dijo
Enriqueta–, y más a estas edades.
–¡En
fin! Tengo que irme. ¡Cuidaos!
Me
despedí dando un beso a mi madre, otro sobo cariñoso a Isabel y un
hasta luego para las tres. Subí mi calle hasta desembocar en la
segunda transversal. Esperé diez minutos el autobús... por llamarlo
de alguna manera. La residencia geriátrica donde trabajaba Rosa
estaba ubicada en un pueblo aledaño. A pesar de la corta distancia,
el trayecto en estos “cacharros” se hacía pesado. De hecho creo
que mi cuerpo llegó decorado con varios moratones. Anduve unos
metros desde la parada y entré en el edificio. En recepción
pregunté por Rosa. Tuve que esperar unos minutos hasta que apareció
por un pasillo lateral.
–¡Hola
Carlota! ¡Qué sorpresa! –dijo a la vez que me daba dos besos.
–¿Qué
tal Rosa? Oye... siento mucho la muerte de tu tía. Yo la
apreciaba... todos lo hacíamos. Era muy buena –solté con la voz
entrecortada, ya que siempre me ha costado mucho dar el pésame.
–Gracias
Carlota. Lo sé –agradeció apesadumbrada–. ¡Vamos a tomar un
café!, que tengo un rato libre.
Rosa
tenía un año más que mi madre, cincuenta y seis, y trabajaba en
esta residencia como Auxiliar de Geriatría desde hacía cinco años.
Antes, había realizado su labor en Aranjuez.
–¿Cómo
quieres el café?
–Con
leche y sin azúcar, gracias –dije colocada a su lado y
discurriendo como plantear la pregunta.
–Dime.
¿Te puedo ayudar en algo? –preguntó.
–Pues...
verás...
–¡Vamos!
Con toda confianza –dijo al verme tan cortada.
–En
el barrio todos se preguntan cuando va a ser el entierro... como ya
han pasado cuatro días desde el fallecimiento. Yo he pensado que tal
vez la tardanza se deba a que estén realizando la autopsia –planteé
con voz dulce para no herirla, pues no sabía como podía tomarse una
pregunta tan personal.
–Así
es. Ya te comentaría tu madre que murió por un paro
cardiorrespiratorio, provocado por un choque hipoglucémico.
–Sí.
–Me
han confirmado que ha sido debido a una sobredosis, ya que los
niveles de azúcar en sangre eran bajísimos.
–¿Sobredosis?
–Sí.
Barajan la posibilidad del suicidio. Incluso me han preguntado si
estaba deprimida.
–¿Suicidio?
¿Deprimida? ¡Si desde que llegué de Berlín, la veía muy alegre!
–¡Pues
eso decía yo! El último día que vino a comer conmigo se lo
comenté. Estaba más guapa que nunca.
–Perdona...
dirás que me entrometo donde no me llaman, pero es que... ¿y si la
muerte ha sido provocada?... y no precisamente por ella.
–¿Qué
estás insinuando? –preguntó inquieta y asombrada.
–No
sé como explicarlo... Verás creo que tu tía tenía una aventura.
–¿Una
aventura? ¿Con quién?
–Con
Ernesto.
–¿Con
Ernesto? ¿Desde cuándo?
–No
tengo ni idea, pero sí sé que tiene copia de las llaves. ¿Estabas
al corriente?
–No.
Mi tía no me dijo nada. Que Isabel poseía un juego, sí; pero nadie
más. ¿Y que tiene que ver esto con la causa de la muerte?
–Exactamente,
no lo sé, pero creo que Ernesto está más implicado de lo que
parece –comenté con delicadeza, pero dejando en el aire la duda
que me acompañaba.
Al
segundo me arrepentí de la confidencia; en cuanto vi su cara de
angustia. Sin embargo, no podía guardar mis suposiciones sin
compartirlas con la única persona de la que podía obtener
información de primera mano.
–¿Qué
dices? ¿Por qué has llegado a esa conclusión... tan descabellada?
–Porque
le he visto pasar dos noches a casa de tu tía, y una en concreto...
la noche de su muerte.
–Pues
si... según tú, tenían un romance, ¿cómo va a haberla matado? No
tiene lógica –añadió Rosa con cara desencajada y haciendo
rápidas lucubraciones.
–Ya,
pero desde esa noche he observado en él un comportamiento muy
inusual.
–Como
¿por ejemplo? –dijo abstraída por un segundo, para acto seguido
centrarse de nuevo.
Le
relaté los movimientos de Ernesto en la noche de “autos”, y los
del día siguiente una vez retirado el cuerpo, así como todas mis
sospechas. Creo que la mentalidad de Rosa no daba abasto a asimilar
tanta elucidación, y no porque tuviera un intelecto exiguo; sino por
la incredulidad ante la correspondencia de los “lances” por mí
descritos, con lo acaecido a su tía.
–¡Tendrás
que ir a la policía! –dijo.
–De
momento no. En el fondo son solo conjeturas, pues aunque lo vi pasar,
no sé a que hora salió. ¿Y si discutieron? y... perdóname... ¿se
suicidó?, como apuntan los forenses. Una cosa son mis dudas, y otra
muy seria acusar a alguien sin pruebas.
–Supongo
que tienes razón.
–De
todos modos seguiré pendiente de todo.
–Por
cierto, esta tarde es el entierro. A las siete, en el antiguo
cementerio. Por favor díselo a tu madre y a los demás.
Nos
despedimos con una complicidad latente sustituta de la amable
vecindad que existía hasta ahora. Quedamos en que vigilaría a
Ernesto. Me hizo entrega de un juego de llaves por si precisaba
indagar en casa de Rosalía.
CAPITULO
SEIS – MÁS MUERTES
Bajé
del autobús decidida a no perder de vista ni la casa, ni su
habitante. Para mí, ya se había convertido en una batalla
particular. Si realmente tenía otra personalidad oculta tras esa
fachada seráfica, pondría todo mi empeño en descubrirla. De hecho
no tenía otra cosa que hacer.
Mi
primer vistazo en cuanto encarrilé mi calle, fue para su adosado.
Todo tranquilo. Por la hora que era supongo que estaría repartiendo
su ayuda diaria. Luego miré hacia la casa de Rosalía, y reflexioné
un instante... ¿En qué momento podría ejecutar mi asalto? Si
accedía durante las horas diurnas... estaba expuesta a que me
vieran, que por otro lado no tendría mayor importancia; y si lo
hacía durante la noche... me sentiría como una vulgar ladrona. ¡Que
dilema!
Entré
en el salón buscando a mi madre para contarle las últimas
novedades, pero la encontré acompañada de Isabel, así que preferí
posponer la charla para más tarde.
–¿De
dónde vienes?
–De
ver a Rosa. He ido para darle el pésame y me ha dicho que esta tarde
es el entierro. A las siete.
–Pues
sí que han tardado. ¿Sabes si al final le han hecho la autopsia?
–preguntó Isabel.
–Sí.
–¿Y
cuál ha sido la causa? –añadió.
Isabel
me miraba curiosa esperando una respuesta. Mi madre efectuando una
descomunal abertura de ojos y un ligero vaivén de cabeza, me
condicionaba claramente a decir que no.
–Ni
idea. Esta tarde le preguntaremos.
Las
dejé hablando de enfermedades. Materia trillada a esas edades,
incluida la de mi madre, que últimamente a “nadita” que tenía,
sacaba el tema y no paraba. Subí a mi dormitorio y sin perder de
vista mi objetivo, me conecté a internet.
Aproveché
para ojear las noticias del día. Entré en “todalaprensa.com”.
Fui pinchando y cotilleando por varios periódicos. Después de cinco
minutos de irremediables comentarios por mi parte ante tanto caos e
incertidumbre, llamó mi interés un titular del periódico donde
trabajaba mi padre.
“HALLADO
EL CADAVER DE UNA INDIGENTE CON UN FUERTE GOLPE EN LA CABEZA”
Una
indigente ha sido encontrada muerta en un parque de Calande. La
fallecida presentaba un fuerte golpe en la cabeza. Debido a su estado
de embriaguez, la policía cree que este hecho ha sido el
desencadenante de la posible caída que le ha provocado la muerte. La
mujer de unos setenta años, era habitual del albergue “El Hogar”
situado en la misma localidad. Una vez acabada la intervención de la
policía científica, el cuerpo ha sido trasladado para su examen al
Instituto Anatómico Forense.
No soy muy enclenque ni me asusto de muchas cosas, pero con tanto fiambre ya me está entrando el canguele.
ResponderEliminarBesos Teresa.
Querida Teresa, aqui estamos adheridos esperando el desenlance, en este hay una apertura mayor de la intriga
ResponderEliminarUn abrazo
Más intrigados todavía.... No demores el desenlace amiga Teresa, nos tienes en ascuas. Besitos.
ResponderEliminarLe descubrirán, ya van dos muertas.
ResponderEliminarTeresa, se dice que no hay dos sin tres, ¿la otra para cuando?
Besos, muy buena noche
Mañana más.
ResponderEliminarRafa no me digas que te da miedo jejeje.
Y lo que queda Lapislázuli.
Ultima parte el jueves noche Campanilla.
Verónica no seas impaciente jejeje.
Besos a todos.
Teresa esperando me tienes a leer el final del desenlance y yo e pregunto ¿Quien será mata ancianas ?
ResponderEliminarBesos de MA.
Bueno, bueno, bueno...bueno; esto se está poniendo al rojo vivo ¡Osú!¡Que angustia! Carlota está que se sale investigando de un lado para otro y ahora cuenta, se supone, con la complicidad de Rosa...¡buff!¡Que siga!
ResponderEliminarUn abrazo, Teresa.
Maravillosa forma de llevar al lector por los intringulis de la intriga, para imposibiliar que nadie se quede a medio camino...
ResponderEliminarmis felicitaiones...seguiremos pendient es...
saludos
Aquí estamos todos "enganchados", ya van dos muertos, ¿cuántos quedan más?. Está entrando en el climax de la intriga. Gracias, Teresa, por este relato tan apasionante.
ResponderEliminarBesos
Me temo que hemos topado con un asesino-a, en serie. A ver cómo se desarrolla en adelante la trama.
ResponderEliminarPD: me gustaría tener la novela entera y leerla en papel
Besos
Buenos días Teresa, esto se está poniendo al rojo vivo...
ResponderEliminarMuy interesante, hasta el prosimio capitulo, un bonito día para ti.
Un puñao besos.
Bueno...pues seguiremos la trama que se asoma intrigante...con visos de mas tragedia...porque seguramente asi no quedarà...
ResponderEliminarFelicitaciones, logras mantener al lector al filo del asiento...
abrazos
p.d.
¿Ya la publicaste en Bubok?
Buenas tarde a todos amigos. Ya queda menos para el siguiente capítulo.
ResponderEliminarContestando a Trini y a Adelfa, os diré que quizá para primavera la publique junto con algún relato. Suelo hacerlo con la editorial Casa Eolo, donde además de editarla en papel se puede descargar por 1€, ayudando de ambas maneras a la Fundación Bolskan (Asociación de Discapacitados Oscenses). Luego, quizá para verano (o antes, no sé) publique mi primer poemario (tengo otro como co-autora).
Besos a todos y gracias por vuestro interés.
estamos en el climax absoluto, esto ya es pura elucubración y atar cabos
ResponderEliminarFelicitaciones Teresa, nos tienes alerta y eso habña de una capacidad de narrativa super potente
besitos y luz
Teresa, estoy ahí metida de lleno.
ResponderEliminarVamos a ver cómo se desarrolla la investigación particular.
Como ya no soy tan osada, me lo paso que ni te digo acompañándola en las peripecias.
Besos
Elisa, Verónica... ¿estáis en ascuas? Jajajaja tres capítulos más y se acabó.
EliminarBesitos.
Sólo tres???
EliminarPues ya te estás poniendo con otra!!!
Besos ***
Hola Teresa, me he perdido mucho de tu novela, es que no llego a tantos, si te empiezo no te puedo seguir.Pero al menos déjame que por hoy te deje mi buena voluntad de estar aquí y dejarte mi ternura
ResponderEliminarSor.Cecilia
Gracias por su sinceridad y su presencia. Me basta con saber que está bien.
EliminarBesos de agradecimiento.
Hola Teresa, gracias por comentar Via fotográfica.
ResponderEliminarMe gusta la novela negra, como metáfora de la realidad, a menudo uno aprende más cosas en novelas que en libros de texto. Quiero decirte que tienes una gran calidad literaria.
Tu trajectoria lo demuestra.
Adelante ¡¡¡
Un abrazo
Gracias por tu elogio, pero solo soy una principiante que le encanta escribir... bien o mal, pero escribir.
EliminarBesos.
Y sigue el desfile de asesinatos.
ResponderEliminarEsto se pone interesante.
Amerita la continuaciòn.
Un abrazo.
Y sigue... ya veremos.
EliminarBesos.
COMO ME HE PERDIDO LA NOVELA, NO PUEDO COMENTAR PERO DEBO DECIR QUE, POR LO QUE HE LEIDO, ERES UNA EXCELENTE NARRADORA.
ResponderEliminarYO TAMBIÉN TENGO MI NOVELA POR LA MITAD, ES DIFICIL SEGUIR LA TRAMA POR SEGMENTOS.
TE DEJO UN BESO ENORME AMIGA MIA Y PERDONA.
CARIÑOS
¡Hola Luján! No te preocupes de momento la dejaré colgada por si alguien la quiere releer. La falta de tiempo provoca que no podamos seguir novelas que ya llevan un tiempo puestas. A mi también me pasa con algún compañero.
EliminarOtro gran beso para ti y ya sabes que no hay nada que perdonar.
Esto es como las series de la tele, que estás deseando que llegue el capítulo siguiente. Teresa, has conseguido mantenernos en vilo y esperar expectantes la última parte.
ResponderEliminarAquí estaremos. Tiene que haber más muertes, seguro. Sigo pensando en la inocencia de Ernesto.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
¡Ay que misterio! jejeje Empieza la cuenta atrás.
EliminarBesos Mos.
Bueno ya me he puesto al dia, jajaja te has puesto como loca a escribir y yo no doy a basto jajaja. Estoy intrigadísima. Me encanta como escribes. Jolin con el abuelito.. nos habrá salido rana? En cierta manera estoy deseando saber el final. Un bessito
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