Cuando el desaliento yace desmayado en mi alfombra.
Cuando la morada se hace pequeña y ahogadora.
Cuando mis rodillas aplastan la penitencia...
bajo hasta la profunda cueva que cobija,
mis cavilaciones y mi conciencia.
Cuando no existen campos de trigo
ni segadores que lo recojan...
Cuando no crecen montañas azules
ni la blanca nieve que las decora...
desciendo hasta los arrabales del averno
y me sumerjo en su profunda boca.
Solamente hay una puerta entre tanta penumbra,
y es donde encierro mi alma triste y oscura.
Yo soy su carcelero,
y mis llaves... la tinta negra y la pluma.
Ahora que he conseguido desnudarme.
Ahora que he escupido mis viejos pecados,
esperaré que lleguen los nuevos,
para vaciar los bolsillos gastados.
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