Mi corazón, semillero de nostalgia;
mis ojos, dos estrellas apagadas;
y mi alma... ¡ay mi alma!,
pobre desdichada que no entiende nada.
Ayer me cortejabas como luciérnaga enamorada,
desplegando tus luces y tus alas.
Yo, tonta e inocente caí embobada,
contemplando tu porte y tu labia.
Ahora ya no me hablas.
Sé que buscas otras almohadas,
para repetir el mismo juego;
y mañana dejarlas en una esquina...
rotas y abandonadas.
Somos pétalos rasgados en lechos desnudos,
sombras confusas en la madrugada.
Candidez deshonrada por promesas vanas,
caricias olvidadas en tus labios canallas.
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