Vuela tras la muralla de lluvia,
que sus frías gotas no detengan tus alas,
trepa por la cornisa de humo,
huye de la tierra incendiada.
La noche avanza, más lenta que el fuego,
quien con uñas y garras, y acuciado por el viento,
devora humedades, tranquilidad y juegos,
confundiendo a los incrédulos,
con sonidos mágicos y destellos.
El enemigo no descansa, en negro convierte el suelo,
y esa luna vigilante... abandonó su cielo,
ante las espadas rojas que trepan batiendo...
los viejos árboles, los matojos, y el sarmiento.
Cuando el amanecer renazca del infierno,
descubriréis atónitos que no ha sido un sueño,
que vuestros campos y acequias,
vuestros sosiegos, sudores y esencias,
destruidos quedaron en la batalla,
donde el único vencedor...
es el portador de la guadaña.
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